¡Menuda novela! He terminado PARÍS ERA UNA FIESTA, y he disfrutado mucho leyendo. Muchísimo. Quizá más por lo que sugiere que por lo que dice o por cómo lo dice. El texto es bueno (aunque no se si he leído la mejor traducción posible) pero reconozco que no soy un asiduo de HEMINGWAY, y por lo tanto no conozco bien su estilo: me ha parecido limpio, sin artificio, sencillo. Supongo que para alguien que no disfrute con PARÍS ni con el momento histórico que cuenta, la novela se quedará en un librito grato, donde cuesta encontrar la fiesta. Pero si uno valora todo lo que da a entender, la lectura es una auténtica delicia.
Por un lado, la ciudad de PARÍS presente todo el rato, maravillosa: los cafés, los bulevares, las plazas, los árboles. HEMINGWAY escribiendo sus cuentos con un lápiz, el sacapuntas siempre a mano, perfeccionando el estilo antes de lanzarse a la novela. La vida bohemia, pobre y feliz. Los hipódromos, las apuestas, los velódromos. Las estaciones que van cambiando la ciudad: la radiante primavera, el otoño, el frío ... Está claro que se trata de un lugar único. Yo ya he demostrado en los últimos meses mi admiración por PARÍS (basta con repasar las entradas que le he dedicado en selecciónARTE). Y a la vista de textos como este, me reafirmo en que hay abundantes motivos para enamorarse de la ciudad, motivos que muchos han descubierto a lo largo del tiempo. Me ha vuelto a la cabeza, por ejemplo, lo que cuenta STEFAN ZWEIG de PARÍS en EL MUNDO DE AYER, y he repasado ese capítulo: maravilloso el PARÍS de ZWEIG en 1905, maravilloso el de HEMINGWAY en 1925, maravilloso el que yo –pobre turista del siglo XXI- he podido disfrutar.
(Por cierto, una aclaración que no viene mucho al caso, pero que no me resisto a dejar de hacer: EL MUNDO DE AYER se trata de uno de los mejores libros que he leído, y no quedó reseñado en selecciónARTE por muy pocos días: lo terminé justo antes de arrancar con el blog).
Por otro lado, incluso más que la ciudad impresiona la gente. O mejor, esa gente en esa ciudad: la mezcla, la coincidencia, quienes están allí en ese momento ¡Qué sensación de vida en efervescencia! Pintores, escultores, novelistas y poetas, todos a la vez juntos en PARÍS. GERTRUDE STEIN, EZRA POUND, JAMES JOYCE, SCOTT FITZGERALD, PICASSO, y mil más. Un alarde. Un lujo. Una envidia enorme.
Este libro me ha tocado más de lo que sería razonable. Y es que HEMINGWAY tiene toda la razón cuando dice para terminar su texto: “París no se acaba nunca, y el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra. Siempre hemos vuelto, estuviéramos donde estuviéramos, y sin importarnos lo trabajoso o lo fácil que fuera llegar allí. París siempre valía la pena, y uno recibía siempre algo a trueque de lo que allí dejaba. Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices.”
PARÍS no se acaba nunca ...
Por un lado, la ciudad de PARÍS presente todo el rato, maravillosa: los cafés, los bulevares, las plazas, los árboles. HEMINGWAY escribiendo sus cuentos con un lápiz, el sacapuntas siempre a mano, perfeccionando el estilo antes de lanzarse a la novela. La vida bohemia, pobre y feliz. Los hipódromos, las apuestas, los velódromos. Las estaciones que van cambiando la ciudad: la radiante primavera, el otoño, el frío ... Está claro que se trata de un lugar único. Yo ya he demostrado en los últimos meses mi admiración por PARÍS (basta con repasar las entradas que le he dedicado en selecciónARTE). Y a la vista de textos como este, me reafirmo en que hay abundantes motivos para enamorarse de la ciudad, motivos que muchos han descubierto a lo largo del tiempo. Me ha vuelto a la cabeza, por ejemplo, lo que cuenta STEFAN ZWEIG de PARÍS en EL MUNDO DE AYER, y he repasado ese capítulo: maravilloso el PARÍS de ZWEIG en 1905, maravilloso el de HEMINGWAY en 1925, maravilloso el que yo –pobre turista del siglo XXI- he podido disfrutar.
(Por cierto, una aclaración que no viene mucho al caso, pero que no me resisto a dejar de hacer: EL MUNDO DE AYER se trata de uno de los mejores libros que he leído, y no quedó reseñado en selecciónARTE por muy pocos días: lo terminé justo antes de arrancar con el blog).
Por otro lado, incluso más que la ciudad impresiona la gente. O mejor, esa gente en esa ciudad: la mezcla, la coincidencia, quienes están allí en ese momento ¡Qué sensación de vida en efervescencia! Pintores, escultores, novelistas y poetas, todos a la vez juntos en PARÍS. GERTRUDE STEIN, EZRA POUND, JAMES JOYCE, SCOTT FITZGERALD, PICASSO, y mil más. Un alarde. Un lujo. Una envidia enorme.
Este libro me ha tocado más de lo que sería razonable. Y es que HEMINGWAY tiene toda la razón cuando dice para terminar su texto: “París no se acaba nunca, y el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra. Siempre hemos vuelto, estuviéramos donde estuviéramos, y sin importarnos lo trabajoso o lo fácil que fuera llegar allí. París siempre valía la pena, y uno recibía siempre algo a trueque de lo que allí dejaba. Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices.”
PARÍS no se acaba nunca ...
2 comentarios:
Como estoy preparando mi viaje a París, paso de vez en cuando por estas páginas a ilustrarme y apuntar cosas para llevarme.
Estoy leyendo este libro, por cierto bajado de internet, porque no he sido capaz de encontrarlo y me está encantando.
Apunto cafés y calles para ver si existe alguno, dudo que así sea, pero la ilusión la llevo.
Una pasada el librito.
Un saludo
Teresa
TERESA, el libro es estupendo, reflejo de toda una época. Y haces muy muy bien en preparar esa visita, y en ilusionarte con ver, con visitar, con vivir. ¡Qué envidia, PARIS!
xG
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