Quienes ya se han pasado por selecciónARTE en ocasiones anteriores conocen mi perplejidad ante la fotografía, de la que ya he dejado constancia en otras entradas. A pesar del desconcierto que me producen, hay exposiciones que uno no debe dejar de ver, y a las que acudo con el sanísimo afán de intentar profundizar, de aprender a comprender.
La de GARCÍA ALIX me parece que es una de esas, y allí estuve viendo en cola –estaba atiborrada de gente- una a una las fotografías. Aunque muchos me tacharán de vaya usted a saber qué, no aplaudo ni el montaje de la exposición ni la obra expuesta.
DE DONDE NO SE VUELVE, título muy sugerente, por cierto, agrupa fotografías –magníficas muchas de ellas, reconozcámoslo cuanto antes- que en su mayoría nos presentan personajes (no personas: no hay nadie normal) todos un poco -o un mucho- singulares, artificiales, de submundo, limítrofes, movidescos (de la movida ochentañera, digo); también un poco zafios, chuscos que diría un gran amigo mío.
Me atrevería a decir que ese catálogo de personas y actitudes tiene el mismo interés que podía tener un gabinete de rarezas o deformidades en el siglo XIX. Porque no refleja, en ningún caso, la realidad, ni la sociedad, ni su evolución reciente: más bien pretende construir, a partir de una realidad muy parcial, una sociedad a su medida, bastante artificial y postiza. Desde luego, no es la mía.
Y, para colmo de males, a esa obra –y a esa sociedad/tipo de vida- le acompaña una aureola de modernidad que la sobrevalora (basta ver cómo estaba la exposición de gente, todas y todos interesadísimos) y que invita a pensar que eso es lo auténtico, lo real, lo que debe ser.
Verdaderamente no me ha entrado bien la exposición de GARCÍA ALIX.
La de GARCÍA ALIX me parece que es una de esas, y allí estuve viendo en cola –estaba atiborrada de gente- una a una las fotografías. Aunque muchos me tacharán de vaya usted a saber qué, no aplaudo ni el montaje de la exposición ni la obra expuesta.
DE DONDE NO SE VUELVE, título muy sugerente, por cierto, agrupa fotografías –magníficas muchas de ellas, reconozcámoslo cuanto antes- que en su mayoría nos presentan personajes (no personas: no hay nadie normal) todos un poco -o un mucho- singulares, artificiales, de submundo, limítrofes, movidescos (de la movida ochentañera, digo); también un poco zafios, chuscos que diría un gran amigo mío.
Me atrevería a decir que ese catálogo de personas y actitudes tiene el mismo interés que podía tener un gabinete de rarezas o deformidades en el siglo XIX. Porque no refleja, en ningún caso, la realidad, ni la sociedad, ni su evolución reciente: más bien pretende construir, a partir de una realidad muy parcial, una sociedad a su medida, bastante artificial y postiza. Desde luego, no es la mía.
Y, para colmo de males, a esa obra –y a esa sociedad/tipo de vida- le acompaña una aureola de modernidad que la sobrevalora (basta ver cómo estaba la exposición de gente, todas y todos interesadísimos) y que invita a pensar que eso es lo auténtico, lo real, lo que debe ser.
Verdaderamente no me ha entrado bien la exposición de GARCÍA ALIX.
Después de todo lo dicho, señalar que las salas –los propios locales donde se exponen las fotografías- son lamentables, creo que aporta muy poco ....
2 comentarios:
Bueno...por fin no coincidimos en algo!
La fotografía de Gracía Alix representa una un momento determinado de una gente concreta, por lo que no hay que negarle ese valor de testimonio.
Otra cosa es que coincida o no con el mundo del observador, aunque a veces el pertenecer a otro ámbito humano es precisamente lo que provoca el interés.
A mi si me gustó, vaya.
.
Imagínate, ALFARAZ, que siempre estuviéramos de acuerdo en todo: menudo aburriendo, sin nada sobre lo que discutir, con lo que enriquece ...
¡Vivan las diferencias! a pesar de lo que quiera imponer nuestra (¿nuestra?) ministra.
Feliz año,
xG
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