Antes de que en el siglo XVIII advinieran las estéticas modernas y, con ellas, la autonomía de las bellas artes, estas habían sido consideradas, durante siglos, “artes aplicadas”: aplicadas a las más diversas funciones religiosas, políticas y sociales, desde el culto y la celebración, la representación del poder o la riqueza hasta la decoración y el descanso. Más adelante, algunos movimientos nacidos entre finales del XIX y principios del XX como la Secession vienesa o el movimiento Arts and Crafts y, sobretodo, las vanguardias históricas —desde el futurismo al neoplasticismo, pasando por el dadaísmo y el constructivismo—, no solo acentuaron aquella moderna autonomía del arte, sino que también pusieron en marcha el ensayo generalizado y radical de volver a llevar el arte a todas las esferas de la vida. Pero ahora no se trataba tanto de representarla u ornamentarla, sino más bien de transformarla y configurarla desde el ideal de lo nuevo. Las vanguardias quisieron devolver el arte, junto con su potencial transformador, al ámbito político y social, al mundo doméstico y al de la decoración y también a los textos del libro, la revista y el cartel —los vehículos de difusión de las ideas—, ámbitos de los que nunca había salido del todo, pero del que las estéticas y poéticas del arte puro, el esteticismo y el ideal de l’artpourl’art le habían alejado.
La exposición La vanguardia aplicada (1890-1950) presenta casi 700 obras —desde diseños originales y maquetas, bocetos preparatorios y fotomontajes, libros, revistas y carteles hasta postales y piezas de formato minúsculo— de 250 artistas de vanguardia, tipógrafos y diseñadores de unos 30 países, que constituyen una fascinante historia visual del impacto que tuvieron los ideales de vanguardia vigentes durante la última década del XlX y la primera mitad del siglo XX. Los resultados de esa aventura se manifestaron —casi en simultaneidad y a lo largo de una geografía tan amplia como interconectada— en aspectos tan diversos de la vida como la propaganda política e ideológica, la publicidad y los medios de comunicación, la arquitectura, el diseño urbanístico y de interior, las exposiciones, el teatro, el cine y la fotografía, entre muchos otros.
La inmensa mayoría de las obras en exposición proviene de dos importantes colecciones internacionales, que, tanto por su cualidad como por su amplitud, poseen ya rango museístico: la del estadounidense Merrill C. Berman y la del español José María Lafuente.
La vanguardia aplicada (1890-1950) ensaya una suerte de visión transversal del espíritu transformador de las vanguardias en torno al eje constituido por la articulación de las formas y los signos en el diseño gráfico de las vanguardias y la revolución tipográfica que estas supusieron, una visión que quiere hacer inteligible la ingente materia visual y textual reunida en esta muestra.
En muchas ocasiones las exposiciones de la FUNDACIÓN JUAN MARCH no me parecen para el gran público: esta, tampoco. Por lo concreto del tema y lo repetitivo de lo expuesto, hacen falta –me parece- ciertos conocimientos previos para disfrutarla y valorarla; no muchos (no es para especialistas), pero a algunos visitantes les puede parecer monótona. También es necesaria cierta paciencia al recorrerla: en la sala las obras sólo están numeradas, sin texto que las identifique lo más mínimo, y es necesario acudir constantemente al abigarrado programa de mano –formato poco cómodo y letra pequeña, a lo que que además se suma la poca luz general- para localizarlas y saber qué se está viendo. Pero esto no quita nada la calidad de la exposición: recomiendo vivamente LA VANGUARDIA APLICADA • 1890–1950, que se puede ver hasta el próximo 1 de julio.
4 comentarios:
Pena perdérsela! No estoy muy de acuerdo en que no sea para el gran público, ni que sea repetitiva. Después de ver las imágenes del post, que ganas de ver más... Es que tengo debilidad por arte con letras/palabras/frases.
Y si, muy interesante la explicación.
Preciosos esos carteles que muestras en tu post. Estoy segura de que la exposición debe ser interesantísima. También es verdad que a mí el tema me gusta especialmente. Dudao que tenga oportunidad de hacer una escapada a Madrid, pero lo intentaré.
La penúltima que fui a la Fund. Marcha, me apunté a una visita guiada y no me arrepentí para nada, me parece una opción muy buena, si no eres un iniciado en el tema, y eres demasiado vago para leerte la documentación previa.
pd. La que es demasiada vaga.
VARENKA, la verdad es que ese comentario –que era un poco repetitiva- me lo hizo todo un Doctor en Historia del Arte, pero es verdad que depende mucho de los intereses de cada uno: yo disfruté, y no me hubiera importado nada que hubiese más material.
ELENA, creo que tú disfrutarías mucho viendo al expo, con la capacidad que tienes de asociar libros y arte.
LOQUE, nunca me he apuntado a una de esas visitas guiadas, pero tienes toda la razón al decir que en una expo de este estilo (que yo he llamado “no para el gran público”) debe ser una opción muy buena: te enteras de todo –o de mucho- sin necesidad de ser un experto … ni de dejarte la vista!
xG
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