lunes, 7 de diciembre de 2009

VER ITALIA Y MORIR, en la FUNDACIÓN MAPFRE/RECOLETOS



Me gusta viajar. Supongo que es una afirmación que muchos, por no decir todos los que leáis esta entrada, también firmaríais. Ya he dicho en alguna ocasión que cada vez que veo un avión en el cielo –y se ven constantemente, al menos en el cielo madrileño: si uno mira hacia arriba siempre hay un avión- me pregunto dónde irá, y siento envidia ... No viajo todo lo que querría, y tengo muchas e importantes lagunas. No soy un viajero empedernido, no soy un loco de los viajes, pero me gusta viajar.

Viajar siempre es una ocasión para disfrutar, para descansar, para hacer amigos. Algunas veces, el viaje resulta una ocasión para entender: en París uno se entiende a sí mismo. Otras, una ocasión para aprender: en Japón uno aprende mucho de los otros, aunque no entienda nada (y no me refiero, lógicamente, al idioma, que por supuesto no se entiende nada). Muchas veces un viaje es motivo de ampliar nuestras miras, de ensanchar la mente –y el corazón-, de valorar otras formas de vida y de pensamiento. Un viaje siempre vale la pena.

Viajar es abrir lo ojos, como nos recuerda
EL GUISANTE VERDE PROJECT.

¿Viajar, o hacer turismo? Antes consideraba que hacer turismo era una vulgaridad, una catetada propia de personas con poca sensibilidad: ese ir saltando de sitio en sitio para fotografiarlos sin disfrutarlos; ese visitar museos a la carrera porque se marcha el autobús; ese patear las calles fijándose sólo en los escaparates de las tiendas que aparecen en las revistas ... Con el tiempo he cambiado de opinión: no es desde luego mi forma de viajar –o procuro que no lo sea- pero ya no me parece cateto: pienso que hasta ese que no se baja del autobús más que cuando lo que tiene delante ya lo ha visto en mil fotos (la Torre Eiffel, la estatua de la libertad, el Big Ben o la Catedral de San Basilio), ese también aprende y mejora, se enriquece cuando hace turismo.

Viajar y recordar. Para mi el recuerdo también es clave. Poder volver de vez en cuando a Brujas, o a Chicago, o a Estocolmo, (o a Burgos, por supuesto: nada de snobismos). Y volver desde casa ... ¡Viva la fotografía, que nos permite viajar desde casa! ¡Viva la tecnología digital, que nos permite no dejarnos nada! ¡Vivan los cuadernos MOLESKINE, que nos permiten ir tomando notas, y apuntes, y dibujando una puerta bonita o una cubierta singular, o pegar aquella entrada de aquel palacio fantástico, o copiar el correo electrónico de ese a quien seguramente no veremos más! ¡Vivan los blogs que nos descubren lo que no hemos visto o nos recuerdan lo que sí conocemos!

A estas alturas pensaréis que me he vuelto loco: a xG se le ha ido la pinza, y desbarra ...

Un poco sí, la verdad. Pero no del todo. Porque lo dicho –que en mi caso es una verdad como un piano- tiene que ver con VER ITALIA Y MORIR. Me ha gustado ver el origen del viaje, el origen del interés por la ruina, el origen del soporte visual que sirve de documento primero y de recuerdo después, el arranque de la fotografía como medio para dar a conocer otras ciudades y otros ámbitos culturales ... Un poco de todo esto se puede ver en la sede de RECOLETOS de la FUNDACIÓN MAPFRE. VER ITALIA Y MORIR no es una gran exposición, o al menos no es una exposición vistosísima, pero es un disfrute recorrer las salas llenas de esos daguerrotipos, de esas fotografías, de esa vistas de Italia de la segunda mitad del XIX.

Después de visitar esta exposición me quedo con ganas de dos cosas: primero, de saber más de la historia de la fotografía; y segundo , de investigar más la imagen y la vida de las ciudades de hace siglo y medio (esas imágenes de la Piazza Navovona llena de carros, o de la Piazza del Popolo con un teatrillo de madera en el centro, o de la Piazza de San Pietro llena de carruajes con gente esperando una bendición –papal, supongo- como si de un auto-cine se tratara ...).
Acabo con una fotografía que se puede ver en la expo y que yo vi, siendo muy pequeño, enviada desde Pompeya como postal: recuerdo que me impresionó muchísimo, la foto y la historia que hay detrás de la foto ...

4 comentarios:

El Guisante Verde Project dijo...

Alo!, llegamos, vemos y nos vamos! Esta entrada nos recuerda a aquella costumbre, lamentablemente perdida, de el siglo XVIII: El Gran Tour.

Nos volveremos a ver, a nuestro regreso, tampoco se trata de poner cuatro letras y dejarlo.

Mañana mira al cielo madrileño, por ahi estaremos... :)

(Y gracias por el enlace!)

Alfaraz dijo...

Me la apunto para esta semana.

El vaciado del perro pompeyano es un clásico. Cave canem.


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loquemeahorro dijo...

Eh, una exposición que he visto primero!! (será la única)

Pues sí, realmente mueve más a la reflexión (muy acertada) sobre el viaje, que sobre el valor de las obras expuestas en sí, que tampoco es inexistente, por otra parte.

La foto del perro la vi en la expo, con su explicación y realmente es impactante.

Qué curioso, verdad? Más que los de personas.

Durante la guerra de los Balcanes vi la foto de una chica muy joven y su perro abatidos por un francotirador y me imapctó más que si solo estuviera la chica, quizá porque me pregunté por qué motivo concreto habría matado al perro.

xGaztelu dijo...

¡Qué envidia, los GUISANTES ya estáis otra vez viajando!

Como dices, lo que se ve en la expo es precisamente la “continuación” del GRAND TOUR, su vulgarización en el mejor sentido, el momento en el que se comienza a generalizar y da paso al primer turismo.

ALFARAZ, el perro es, efectivamente, un clásico. En este caso, quien no tuvo cuidado fue él ...

LOQUEMEAHORRO, lo que dices me recuerda a la foto de ANNIE LEIBOVICH, creo que también de la guerra de los Balcanes, de la mancha de sangre con la bicicleta: son de esas imágenes en las que un objeto secundario (el perro, la bici) resultan impactantes, refuerzan el “discurso”.

xG