lunes, 14 de enero de 2013

NOVENTA Y DOS DÍAS, de EVELYN WAUGH


NOVENTA Y DOS DÍAS es un libro de viaje en el que WAUGH nos cuenta los tres meses (92 días) que pasó en la Guayana Británica, desde finales de diciembre de 1932 hasta Semana Santa de 1933. Un viaje realizado sin más motivo que el de viajar, en una época en la que todavía aquello era más o menos salvaje. Un relato en el que la acción no tiene especial interés (no hay coronaciones de emperadores locales como había en GENTE REMOTA, ni cacerías de animales salvajes, ni descubrimientos de territorios inexplorados, ni caníbales persiguiendo al hombre blanco) y del que me quedo con la realidad del viaje (porque tampoco hay romanticismo, ni idealización de la bondad del nativo, ni paisajes idílicos). WAUGH nos cuenta las cosas como son: los intereses económicos, el hambre y el calor, los infinitos insectos que machacan al viajero, el fracaso –relativo, pero visible- de la colonización, la grandeza de los misioneros y algunos de sus defectos, el cansancio, las dificultades para conseguir víveres … la vida misma.

No me cabe duda de que WAUGH utilizó en RETORNO A BRIDESHEAD sus experiencias de estos NOVENTA Y DOS DÍAS para recrear la estancia de Charles Ryder en Centroamérica en 1936: aunque no sea exactamente la misma zona (Ryder recorre Méjico y América central, WAUGH la Guayana y Brasil), y uno dibuja/pinta y el otro escribe, de aquí sacó el viaje de su personaje:

En consecuencia, en lentas y nada fáciles etapas, viajé a través de México y América Central, por un mundo donde había todo lo que yo necesitaba, el contraste con los lujosos parques y vestíbulos ingleses debería haberme estimulado y proporcionado la paz interior. Busqué la inspiración entre palacios desventrados y claustros ahogados por la maleza, iglesias abandonadas donde los vampirescos murciélagos colgaban de la cúpula como vainas de guisantes resecadas, y sólo se movían las hormigas que, incesantemente activas, excavaban túneles en los sitiales de madera noble; en ciudades sin camino de acceso y mausoleos donde una familia de indios se abrigaba de las lluvias tiritando de fiebre. Allí, en condiciones de trabajo muy duras, a veces enfermo y, en ocasiones, arriesgando mi seguridad, realicé los primeros dibujos de lo que iba a ser América latina de Ryder. Cada cuatro o cinco semanas descansaba. Una vez arribado a una zona de comercio o de turismo, recuperaba mis fuerzas, montaba mi estudio, transcribía mis esbozos, empaquetaba cuidadosamente mis lienzos acabados y los mandaba a mi agente en Nueva York, tras lo cual reemprendía la marcha, con mi reducido séquito, para adentrarme en las inhóspitas vastedades.

No me preocupaba mucho de mantenerme en contacto con Inglaterra. Seguí los consejos de las gentes del lugar para elegir mi itinerario y no tenía ruta preestablecida, de modo que gran parte de mi correspondencia no me llegó nunca y el resto se acumulaba hasta que había más de la que podía leer de una vez. Solía llenar mi bolsa con un manojo de cartas y leerlas cuando me apetecía, cosa que ocurría en circunstancias tan incongruentes que el contenido se me antojaba un clamor de voces distantes que llegaban a hacérseme incomprensibles. Así, leía mientras me balanceaba en mi hamaca debajo de la mosquitera a la luz del farol de seguridad; flotando río abajo, tumbado en medio de la canoa, mientras los guías a mi espalda mantenían perezosamente la proa alejada de la orilla y el agua oscura discurría a nuestro paso, a la sombra verde de los inmensos árboles que se alzaban por encima de nosotros y con los monos que chillaban bajo la luz del sol, muy arriba, entre las flores del techo de la selva; en el pórtico de un rancho hospitalario, donde tintineaban los cubitos de hielo y los dados, y un gato montés jugaba con su cadena sobre el césped recién cortado” (EVELYN WAUGH, RETORNO A BRIDESHEAD, TUSQUETS EDITORES/Colección FÁBULA, 4ª edición 1998, pg. 229).

NOVENTA Y DOS DÍAS está –como era de esperar- muy bien escrito, y tiene momentos llenos de esa ironía magistral que caracteriza siempre a WAUGH.

Mi pasión por EVELYN WAUGH es conocida, y cualquier cosa suya me gusta, la disfruto. Pero entiendo que NOVENTA Y DOS DÍAS no es un libro apasionante. Así que sugiero el título sólo a los incondicionales.

6 comentarios:

loquemeahorro dijo...

Qué buena reseña, una vez más, me ha impresionado lo bien que escribes y con qué precisión describes las cosas.

Como sabes, de momento no soy incondicional, solo una "iniciada".

Anónimo dijo...

Incondicionales entre los que me cuento. Lo leeré.
María

xGaztelu dijo...

LOQUE, gracias por el comentario (que no me termino de creer: me conozco!). Y ya sabes, si aún no eres incondicional de WAUGH no me atrevo a recomendarte NOVENTA Y DOS DÍAS: quizá te parezca "demasiado poco" y te defraude.


MARÍA, supongo que si tú sí que lo eres, disfrutarás viajando con WAUGH (y después animar a LOQUE a leerlo, o no ...).

xG

Anónimo dijo...

Le animo a empezar por algo ligero, como "Noticia bomba" o "Cuerpos viles", después, alguno de viajes, para terminar, gloriosamente, con "Retorno a Brideshead"

xGaztelu dijo...

Completamente de acuerdo, MARÍA: un camino que acaba "gloriosamente".

xG

Camila dijo...

Me gusta tanto la lectura como los viajes, por eso esta bueno poder combinar entre ambas pasiones mi tiempo. Cuando estoy de vacaciones suelo comprar algun buen libro para leer, y tambien me gusta leer en casa cosas relacionadas con los viajes. Como consegui Pasajes al Salvador para las vacaciones, solo me falta conseguir libros de algun autor