La fotografía siempre me ha parecido compleja de análisis. Cuando uno ve fotos bonitas, o incluso buenas, (cada vez se ven más, en muchos foros) se plantea dónde está ahí el genio artístico. Porque no basta que algo sea bonito para que sea arte: un lirio es bonito, perfecto, pero no es una obra de arte; no basta que la gran escala ponga delante del espectador una imagen poderosa, potente; no basta que la técnica sea correcta, incluso perfecta. Así podríamos seguir, pero no lo haré. Además de todo eso –que sí hace falta- el arte tiene que decir y conmover al espectador, transformándole y enriqueciéndole. Yo pienso que cualquier expresión artística debe transmitir un mensaje (que no es lo mismo que provocar un sentimiento): es un hablar con, un decir a, una necesidad de expresión y, a veces, una expresión necesaria. Con sus fotos, OUKA LEELE lo consigue. Sus fotos hablan. A veces con muchas palabras (El Principito), a veces con muy pocas (El alma de Lisboa), a veces de forma tierna (La escalera de Jacob) y casi nunca a gritos.
Apenas encontramos en esta exposición las conocidas fotos coloreadas de OUKA LEELE. Mucho blanco y negro y algo de color. Que nadie se la pierda.
Otro día trataré el MUSEO DEL TRAJE, porque se lo merece.
Apenas encontramos en esta exposición las conocidas fotos coloreadas de OUKA LEELE. Mucho blanco y negro y algo de color. Que nadie se la pierda.
Otro día trataré el MUSEO DEL TRAJE, porque se lo merece.
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