Francis Prescott fue un joven listo, deportista, de buena familia de Boston, con todo un carrerón por delante. Pero en lugar de internarse por los caminos del mundo, decidió seguir su vocación religiosa: se ordenó pastor episcopaliano y fundó un colegio de enseñanza media masculino, St. Justin Martyr. Con el paso del tiempo St. Justin acaba siendo un centro educativo de referencia, por cuyas aulas pasa lo más granado de la juventud protestante de la Costa Este. Cuando en otoño de 1939, Francis Prescott, con casi ochenta años, está al borde de la jubilación, Brian Aspinwall llega al colegio. Es un joven educado en Oxford que también tiene en la cabeza la carrera eclesiástica, un hombre apocado y con el peso no poder participar en la Guerra Mundial (por un problema de corazón ha sido declarado no apto para ser soldado). Rápidamente queda deslumbrado por la figura de EL RECTOR DE JUSTIN. Aspinwall va escribiendo un diario, que es precisamente la novela que tenemos entre las manos. Y a medida que va conociendo a personajes relacionados con St. Justin y con Prescott, va recibiendo información que intercala entre las entradas del diario. Así AUCHINCLOSS nos va dando a conocer la vida y la personalidad de Prescott. EL RECTOR DE JUSTIN es, por tanto, una biografía compuesta a base de relatos: el diario del narrador principal y los distintos manuscritos que le van llegando de manera más o menos casual. Y cada uno de ellos nos muestra una faceta distinta del mítico director de St. Justin: desde la devoción que le profesa Brian Aspinwall, pasando por el amor de su mujer o la reverencia del claustro de profesores, hasta el miedo de sus alumnos que en algún caso llega al odio.
En el fondo, con este juego de declaraciones a favor y en contra LOUIS AUCHINCLOSS trata un asunto conocidísimo y a la vez interesantísimo: que todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras, tenemos momentos de lucidez, brillantes incluso, y momentos más oscuros; que esas luces y esas sombras se multiplican a los ojos de los demás: si nos miran con comprensión o con cariño o con reverencia, magnifican nuestra figura, pero si no lo hacen así, no entienden nuestra forma de actuar y nos destrozan sin compasión; y que, al final, nada es blanco ni negro: la vida se hace de grises, de matices. Ninguno somos perfectos, ni somos auténticos patanes (creo que estas ideas también me ha venido a la cabeza porque hace poco volví a ver CRASH, una película que me parece sobresaliente y que trata este asunto magníficamente).
EL RECTOR DE JUSTIN es un libro que me deja una impresión contradictoria: lo empecé hace un par de meses y paré enseguida, porque no conecté nada; lo volví a coger hace semana y media y lo he devorado; mientras lo iba leyendo me enganchó mucho, he disfrutado con el libro, con el tema y con los personajes; pero al acabar, la sensación no es de librazo. Es un libro correcto, interesante, muy bien estructurado, parece que estupendamente escrito (no conozco el texto en inglés, pero la traducción de IGNACIO PEYRÓ se lee muy muy bien, y eso se agradece) … Pero notas que le falta algo. Lo he pensado, y la verdad es que no sé qué puede ser. Una pena, porque ya digo que mientras leía me estaba pareciendo magnífico. Sospecho que tiene que ver con que enganché con la historia y con su protagonista, Francis Prescott, pero no con Brian, su narrador, cuya personalidad rechina con frecuencia. Es verdad que Brian Aspinwall va encontrando su sitio poco a poco, pero sorprende que una persona como Prescott le apadrine con tanta facilidad … En especial me ha costado conectar con sus dudas religiosas y sus referencias a la religión; y de nuevo no sabría decir por qué, porque no resultan inadecuadas: son muy lógicas y, en gran medida, las que definen al personaje. Pero no me han interesado. Por cierto, hablando de la religión en EL RECTOR DE JUSTIN, y sin entrar en profundidades, me parece confuso cómo utiliza algunos términos que yo siempre he entendido como católicos, especialmente sacerdote, para referirse a los ministros episcopalianos, a los que yo siempre había llamado pastores, aunque a lo mejor es correctísimo: no sé como dicen ellos. Un asunto mínimo, en cualquier caso.
A pesar de todo lo dicho, pienso que EL RECTOR DE JUSTIN está por encima de la media: su lectura enriquece y vale la pena, no es -en ningún caso- una pérdida de tiempo. Dicen que es la mejor novela de LOUIS AUCHINCLOSS: no lo sé, y aunque no me haya entusiasmado, no me importaría leer alguna otra cosa suya. Un autor que para mi era desconocido hasta ahora y que, cómo no, me ha sido presentado por LIBROS DEL ASTEROIDE …