No suelo dedicar entradas a películas ni al cine. Y que no lo haga no quiere decir que no me interese, que no vea cine, o que no lo considere un arte: me interesa, lo veo, y creo que muchas veces se consiguen auténticas obras de arte. Sin ir más lejos hoy cuelgo esta entrada porque he descubierto un artista, o mejor, porque me he rendido a un artista del que, en algún momento, he manifestado dudas. Me refiero a HAYAO MIYAZAKI.
Hace ya tiempo, comenté en selecciónARTE mi opinión sobre este japonés después de ver dos de sus películas: EL CASTILLO AMBULANTE y EL CASTILLO EN EL CIELO. Descubrí muchas cosas buenas y alguna no tan buena, y acababa entonces mi comentario diciendo que tendría que ver más cosas suyas para formarme una opinión. Lo hice. Vi LA PRINCESA MONONOKE y vi EL VIAJE DE CHIHIRO. MONONOKE no me entusiasmó, aunque tenía algunas cosas realmente conseguidas: los pequeños espíritus del bosque, por ejemplo, que uno necesariamente reconoce –como muchas otras cosas- en AVATAR (película en la que, en mi opinión, CAMERON ha mirado, por lo menos un poco, hacia MIYAZAKI). EL VIAJE DE CHIHIRO, en cambio, me gustó muchísimo, me pareció logradísima, una joya, digna merecedora del Oscar que consiguió en 2002 a la mejor película de animación. Pero volvía a encontrarme en un punto neutro respecto a MIYAZAKI: a veces le salen las cosas más que redondas, pero otras veces ...
Hace unos días, casi por casualidad, vi MI VECINO TOTORO. Y no me queda más remedio que reconocer que estamos ante un mago del cine. Y no digo sólo cine de animación. Digo cine porque es magistral cómo trabaja este hombre las historias y los personajes, no sólo los dibujos, que también. MI VECINO TOTORO se trata de una película infantil, pero eso no significa sólo para niños: es, me parece, cine del bueno. En TOTORO, Satsuki y Mei, las dos hermanas protagonistas, son geniales; Mei es una auténtica niña de cuatro o cinco años, de verdad, de carne y hueso como pocas; los secundarios son de premio; la fantasía y la poesía están constantemente presentes, igual que la ternura; la definición de Totoro y sus dos “pequeños totoros” es magistral, conseguida con una sencillez que no te lo crees; la relación de las personas con la naturaleza está planteada desde un respeto razonable y no desde la sobrevaloración simplona tan de moda; la historia, llena de fantasía, está controlada y no se le escapa; el dibujo es muy bueno, más sobrio y menos pasteloso –me ha parecido- que en otras películas suyas. Además, es Japón en estado puro, lo que ahora valoro mucho más que antes (quizá lo único que he visto poco japonés es el aspecto exterior –el interior está conseguidísimo- de la casa de la familia protagonista). Y las referencias a ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS, innegables: el gato-bus, o la caída por el agujero para llegar a la guarida de Totoro.
En fin, que me ha encantado. Además, me han dicho que PONYO EN EL ACANTILADO es todavía mejor (espero verla pronto) y acaban de estrenar NAUSICAÄ.