sábado, 4 de julio de 2020

MÁQUINAS COMO YO, de IAN McEWAN


En un Londres imaginado alrededor de la guerra de las Malvinas (que ha ganado Argentina) y la caída de Margaret Thatcher, Charlie Friend acaba de comprar a Adán, un robot humano bastante perfecto. A la vez esta como loco por Miranda, su vecina de arriba (y amante). Y por pura casualidad coincide en un parque con Mark, un niño de 5 años con unos padres más que defectuosos.


La novela (ojo, spoilers) gira en torno a ellos: el desarrollo de Adán con sus aciertos y desaciertos, su progresiva humanización; el amor de la pareja (que se acaba casando); la intención de adoptar a Mark... Y, por medio, un convicto que parece que quiere matar a Miriam (ella lo mandó a la cárcel con un falso testimonio de violación como venganza por la verdadera violación y suicidio de su íntima amiga años atrás), pero que finalmente se ha convertido.


Adán la lía -con el dinero que ha ido ganado, y con la confesión de Mirian- y Charlie lo acaba "matando" de un martillazo en la cabeza; y llega la correspondiente bronca de Alan Turin que, en ese Londres imaginado, sigue vivo y coleando (no se ha suicidado en 1952).


No sé muy bien qué mensaje quiere dar el autor. Ideas sugerentes que no configuran un mensaje claro. ¿Qué no funcionan las máquinas ni la IA? ¿Que lo humano con todos sus matices buenos y malos, sus errores y sus mentiras, está por encima de la perfección fría de la máquina que aplica criterios sin calibrar consecuencias, que no sabe cuándo hay que "actuar mal para actuar bien", también en lo moral? ¿Que la máquina no se sabe medir?: rompe la muñeca a Charlie, reparte todo el dinero, dice toda la verdad... No sé con qué quedarme, la verdad.


Ian McEwan siempre es él: no defrauda, la novela es buena, está bien escrita y trata temas de interés. En esta ocasión quizá resulta demasiado pretenciosa, y parece que se le ven mucho los mimbres: un argumento muy al servicio de la idea de fondo, aunque  ésta resulte confusa.

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