
He terminado de leer LA LADRONA DE LIBROS, que tanto me habían recomendado: un best-seller donde la historia está relatada por la mismísima muerte (no desvelo ningún secreto: lo pone en la contraportada, lo dice el texto en las primeras páginas).
LA LADRONA DE LIBROS es otra historia sobre la Alemania nazi y la segunda guerra mundial, contada al hilo de la vida de una niña, Liesel. Es una niña normal, creíble, rodeada de muchos personajes entrañables (Hans y Rosa, sus padres de adopción; Max, el judío que huye de su destino; Rudy y el resto de sus amigos; sus vecinos; la pandilla de ladrones; la mujer del alcalde) y de algunos muy muy malos (con el mismísimo Führer a la cabeza, claro).Una niña a la que salva el buen uso de las palabras (la lectura y la escritura) en contraposición al daño que hacen las palabras en manos de Hitler, como elemento de engaño y manipulación: no deja de ser elocuente que los textos “salvadores” de Max estén escritos sobre páginas blanqueadas de Mein Kampf.
Más que la historia, en LA LADRONA DE LIBROS sorprende la técnica narrativa: para empezar, que sea la muerte la que nos cuenta la historia ya es original; es, para más inri, una muerte que no resulta macabra. Esta muerte habla con frases cortas y contundentes, sobrias, que no admiten duda ni matiz, lo que da al libro un ritmo especial. Además, se insertan en el texto un montón de aclaraciones, algo así como las notas que ZUSAK podría haber señalado al releer su novela para completarla o definir mejor algunos aspectos, una especie de notas al pie, pero dentro del propio cuerpo de la historia; no funciona mal este sistema. Por último, también llaman la atención los dibujos, los textos escritos “a mano” y las distintas tipografías, que singularizan el libro. Un conjunto de recursos que sorprenden en el arranque de la lectura, pero a los que uno se acostumbra a medida que avanza y acaban resultando repetitivos.
LA LADRONA DE LIBROS no es el no va más –desde luego que no- pero se lee bien y engancha. Es, eso sí, partidista: de manera evidente contra lo nazi (nadie pondrá pegas a esto) y a favor de lo judío (alguno ya puede torcer un poco el gesto), y de forma mucho más sutil pero indudable en contra de lo católico (algunos sí encontrarán este posicionamiento menos adecuado e innecesario: yo, por ejemplo).