Hace unos días estuve en TOLEDO, para visitar la ciudad. Ya había estado en otras ocasiones, y aunque nos dejamos cosas fuera de circuito porque no tuvimos muchísimo tiempo para recorrerla y (salimos de Madrid a primera hora y estábamos de vuelta a media tarde), sí fue suficiente para recordar lo maravillosa que es.
Vimos con detenimiento SAN JUAN DE LOS REYES, que es una preciosidad. Aunque sea una anécdota dentro de un conjunto grandioso, me hicieron mucha gracia algunas gárgolas de la parte alta del claustro: el frailecillo de rodillas con la barba de punta, o el individuo dando una voltereta con las piernas estiradas. Visitamos la SINAGOGA DE SANTA MARÍA LA BLANCA, donde la sensación de contradicción es constante: un edificio de aspecto musulmán dedicado en su día al culto judío y hoy con nombre cristiano. También es muy interesante ver como con una planta tan sencilla se puede conseguir una riqueza espacial tan notable. Callejeamos hasta SANTO TOMÉ, y nos asomamos a la iglesia, pero no vimos el cuadro de EL GRECO: ya lo conocíamos y aquello estaba lleno de gente haciendo cola. De allí a la Plaza del Ayuntamiento (donde vimos la primera boda del día, civil me dio la impresión) y a LA CATEDRAL (donde también había boda, por la iglesia y como Dios manda). Igual que en BURGOS, la visita está muy bien planteada y el edifico estupendamente restaurado. Como era previsible, tuvimos la clásica discusión sobre “coro en el centro de la nave sí o no”, en la que mi posición es siempre la misma: los edificios están hechos para usarse, y no para verse. Si los canónigos deciden que ése es su sitio (y reconozcamos que es bastante bueno para lo que tenían que hacer) no parece razonable que siglos después nos quejemos de no ver bien. Además, la “contaminación” de un edificio vivo, que va creciendo con distintos estilos y distintas manos o que se reforma a medida que necesita actualizarse, es un valor y no un defecto, supone un enriquecimiento a lo largo del tiempo. Y tiene tanto interés como la limpieza y pureza del estilo perfecto. El TRANSPARENTE siempre llama la atención, siempre. La SACRISTÍA también, con EL EXPOLIO presidiendo (no recordaba, por cierto, el SAN JUAN BAUTISTA de CARAVAGGIO). Después nos acercamos a ZOCODOVER, donde comimos en un restaurancito que se acercaba más a tasquilla. De ahí, sin llegar al ALCAZAR ni al HOSPITAL DE SANTA CRUZ, bajamos hasta la PUERTA DE BISAGRA pasando por la PUERTA DEL SOL y con una vistas magníficas hacia el barrio de EL ARRABAL y el HOSPITAL DE TAVERA. Acabamos nuestro recorrido subiendo las larguísimas –e inteligentes- escaleras mecánicas para bajar bordeando la tapia del Carmelo hasta la PUERTA DEL CAMBRÓN, desde donde habíamos arrancado unas horas antes.
Además de todo lo dicho, me pareció estupendo el urbanismo de ciudad, antiguo, recogido y misterioso, de calles estrechas y ventanas curiosas, calles sin perspectivas y entradas audaces y sabias; estupendo el aspecto general y el esfuerzo por conservar el aire de la ciudad; y estupenda la cantidad de gente que había en todos los sitios: lo que en ocasiones puede ser (y es) una gaita, en TOLEDO resultó divertido, variopinto.
Vimos con detenimiento SAN JUAN DE LOS REYES, que es una preciosidad. Aunque sea una anécdota dentro de un conjunto grandioso, me hicieron mucha gracia algunas gárgolas de la parte alta del claustro: el frailecillo de rodillas con la barba de punta, o el individuo dando una voltereta con las piernas estiradas. Visitamos la SINAGOGA DE SANTA MARÍA LA BLANCA, donde la sensación de contradicción es constante: un edificio de aspecto musulmán dedicado en su día al culto judío y hoy con nombre cristiano. También es muy interesante ver como con una planta tan sencilla se puede conseguir una riqueza espacial tan notable. Callejeamos hasta SANTO TOMÉ, y nos asomamos a la iglesia, pero no vimos el cuadro de EL GRECO: ya lo conocíamos y aquello estaba lleno de gente haciendo cola. De allí a la Plaza del Ayuntamiento (donde vimos la primera boda del día, civil me dio la impresión) y a LA CATEDRAL (donde también había boda, por la iglesia y como Dios manda). Igual que en BURGOS, la visita está muy bien planteada y el edifico estupendamente restaurado. Como era previsible, tuvimos la clásica discusión sobre “coro en el centro de la nave sí o no”, en la que mi posición es siempre la misma: los edificios están hechos para usarse, y no para verse. Si los canónigos deciden que ése es su sitio (y reconozcamos que es bastante bueno para lo que tenían que hacer) no parece razonable que siglos después nos quejemos de no ver bien. Además, la “contaminación” de un edificio vivo, que va creciendo con distintos estilos y distintas manos o que se reforma a medida que necesita actualizarse, es un valor y no un defecto, supone un enriquecimiento a lo largo del tiempo. Y tiene tanto interés como la limpieza y pureza del estilo perfecto. El TRANSPARENTE siempre llama la atención, siempre. La SACRISTÍA también, con EL EXPOLIO presidiendo (no recordaba, por cierto, el SAN JUAN BAUTISTA de CARAVAGGIO). Después nos acercamos a ZOCODOVER, donde comimos en un restaurancito que se acercaba más a tasquilla. De ahí, sin llegar al ALCAZAR ni al HOSPITAL DE SANTA CRUZ, bajamos hasta la PUERTA DE BISAGRA pasando por la PUERTA DEL SOL y con una vistas magníficas hacia el barrio de EL ARRABAL y el HOSPITAL DE TAVERA. Acabamos nuestro recorrido subiendo las larguísimas –e inteligentes- escaleras mecánicas para bajar bordeando la tapia del Carmelo hasta la PUERTA DEL CAMBRÓN, desde donde habíamos arrancado unas horas antes.
Además de todo lo dicho, me pareció estupendo el urbanismo de ciudad, antiguo, recogido y misterioso, de calles estrechas y ventanas curiosas, calles sin perspectivas y entradas audaces y sabias; estupendo el aspecto general y el esfuerzo por conservar el aire de la ciudad; y estupenda la cantidad de gente que había en todos los sitios: lo que en ocasiones puede ser (y es) una gaita, en TOLEDO resultó divertido, variopinto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario