Hasta el 7 de septiembre está abierta en el MUSEO DEL PRADO la exposición EL RETRATO DEL RENACIMIENTO. Yo la visité hace unos días: disfruté, me pareció interesante y da la posibilidad de ver algunas obras de gran calidad traídas de otros museos (por motivo que no vienen al caso me ha alegrado encontrar de nuevo ANCIANO CON SU NIETO, de GHIRLANDAIO, del LOUVRE), o de ver en un ámbito distinto cuadros del fondo del propio PRADO. Me llamó especialmente la atención en la última sala el retrato de CARLOS V VENCEDOR DE LA BATALLA de MÜHLBERG, de TIZIANO. También me pareció sobresaliente la forma de presentar la escultura de CARLOS V Y EL FUROR, de LEONI: el emperador de nuevo desnudo, a una altura magnífica para apreciar detalles, y situado bajo la linterna que baja desde el claustro.
Lo que no fui capaz de descubrir –por torpeza personal, o por tener un mal día, vaya usted a saber- es la línea argumental de la exposición: quizá sea necesario bucear en el catálogo. Lógicamente entendí lo que se lee en el programa y en las explicaciones con que se inicia cada una de las secciones en las que se divide la muestra, pero al ver los cuadros me pareció que, en muchos casos, no se ajustaban del todo a ese discurso teórico o, en otros casos, resultaba excesivamente obvio. Al hilo de esta consideración me vino a la cabeza lo que muchas veces me he planteado sobre la oportunidad didáctica de las exposiciones (asunto bastante manido, por otro lado), y de los propios museos: no deben ser sólo almacenes o contenedores o muestrarios de objetos interesantes o valiosos o históricos, sino auténticas ocasiones para enriquecer al visitante: que aprenda (aprendamos) a leer el arte, a profundizar en su sentido, a comprenderlo a fondo, a valorarlo en todas su facetas ... pero me estoy yendo de la exposición, y prefiero dejar el asunto para otra ocasión.
Eché de menos que no se hubieran aprovechado mejor nuevas las salas: ¿qué necesidad hay de apretar los cuadros en dos salas, cuando hay más? ¿No es posible darles más aire, más importancia? ¿No sería acertado facilitar más la visión de las obras expuestas? Cuanto agradeceríamos los visitantes poder ver mejor los cuadros, no tener que ir en fila india (y eso que cuando yo estuve no había muchísima gente). Este es otro tema que convendrá tratar con más detenimiento, cuando comente –si comento- la ampliación del museo que ha realizado MONEO.
Cuestiones menores son lo discretamente anunciada que está la exposición, la escasa información que facilita el programa de mano o lo floja que es la tienda; cuestiones menores, es verdad, pero de las que se quizá puede concluir un interés sólo relativo (¿poca confianza?) por parte de los organizadores.
Lo que no fui capaz de descubrir –por torpeza personal, o por tener un mal día, vaya usted a saber- es la línea argumental de la exposición: quizá sea necesario bucear en el catálogo. Lógicamente entendí lo que se lee en el programa y en las explicaciones con que se inicia cada una de las secciones en las que se divide la muestra, pero al ver los cuadros me pareció que, en muchos casos, no se ajustaban del todo a ese discurso teórico o, en otros casos, resultaba excesivamente obvio. Al hilo de esta consideración me vino a la cabeza lo que muchas veces me he planteado sobre la oportunidad didáctica de las exposiciones (asunto bastante manido, por otro lado), y de los propios museos: no deben ser sólo almacenes o contenedores o muestrarios de objetos interesantes o valiosos o históricos, sino auténticas ocasiones para enriquecer al visitante: que aprenda (aprendamos) a leer el arte, a profundizar en su sentido, a comprenderlo a fondo, a valorarlo en todas su facetas ... pero me estoy yendo de la exposición, y prefiero dejar el asunto para otra ocasión.
Eché de menos que no se hubieran aprovechado mejor nuevas las salas: ¿qué necesidad hay de apretar los cuadros en dos salas, cuando hay más? ¿No es posible darles más aire, más importancia? ¿No sería acertado facilitar más la visión de las obras expuestas? Cuanto agradeceríamos los visitantes poder ver mejor los cuadros, no tener que ir en fila india (y eso que cuando yo estuve no había muchísima gente). Este es otro tema que convendrá tratar con más detenimiento, cuando comente –si comento- la ampliación del museo que ha realizado MONEO.
Cuestiones menores son lo discretamente anunciada que está la exposición, la escasa información que facilita el programa de mano o lo floja que es la tienda; cuestiones menores, es verdad, pero de las que se quizá puede concluir un interés sólo relativo (¿poca confianza?) por parte de los organizadores.
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