Desde hace mucho –años- tenía EL DANUBIO en la cabeza. Cuando Anagrama lo publicó en 1988, ya oí hablar de este título, aunque no siempre en el mismo sentido: para unos era una joya, para otros un ladrillo. En su momento lo ojeé y no me tentó demasiado. Pero hace unas semanas me lo volvieron a recomendar, y decidí lanzarme. Ahora que lo he terminado entiendo perfectamente ese abanico tan dispar de opiniones, desde la joya incontestable al bloque más infumable. Un libro singular, EL DANUBIO. Un texto largo, como el río, que a veces fluye rápido y vistoso, brillante, vigoroso … y otras lento, pausado, monótono o denso. En EL DANUBIO, el germanista italiano CLAUDIO MAGRIS nos cuenta un viaje a lo largo de todo el río, más de dos mil ochocientos kilómetros desde sus fuentes en la localidad alemana de Donaueschingen (¿o es Furtwangen?), en la Selva Negra, hasta su desembocadura en la ciudad rumana de Sulina, en el Mar Negro. Allí por donde pasa el río MAGRIS va desgranado con más o menos detalle –no siempre profundiza igual- la historia, los sucesos y las personas relacionados con el lugar. Y, a la vez, va reflejando el carácter y el genio centroeuropeo, unas veces prusiano, otras resultado del imperio austriaco, otras de lo eslavo, magiar y balcánico.
La gran baza de EL DANUBIO es, en mi opinión, la riqueza y variedad de lo que nos cuenta: hay algunas consideraciones acertadísimas sobre el viaje y el hecho de viajar, y trae a la cabeza sitios espectaculares, destinos a los que ir o destinos que uno conoce (yo he disfrutado, por ejemplo, recordando mi visita al monasterio de MELK; o al Café HAWELKA y al KARL-MARX-HOF: la parte de VIENA puede ser una magnífica guía alternativa para recorrer la ciudad). Hace muchas reflexiones sobre la vida misma que son muy sugerentes; descripciones de lugares muy atractivas; relatos de historias, leyendas y sucesos muy amenos; presentación de personajes (del mundo de las letras, de la política, de la ciencia) realmente variados e interesantes. Es, sin duda, muy ilustrativo de la cultura y la vida del centro y este de Europa; una Europa viva con una historia rica que, por cierto, ya ha cambiado desde que MAGRIS publicó su DANUBIO en 1986.
El problema es que no siempre mantiene ese nivel de acierto, sugerencia, atractivo, amenidad e interés. Seguramente se trata de un problema personal, pero el texto es tan culto -aunque nada pedante, todo sea dicho- que en ocasiones cita, comenta y pormenoriza excesivamente cuestiones y personalidades muy muy centro-y-este-europeas, desconocidas para el lector (insito, al menos para mi): he de reconocer que he recorrido muy cómodo Alemania, Austria y Eslovaquia, pero me ha costado viajar de la mano de MAGRIS por la cultura y la política yugoslava, rumana y búlgara; o dicho de otra forma, he perdido una ocasión de adentrarme en esos terrenos, desconocidos para mi. Como el libro es largo, no consigue atraparte del todo: es verdad que se lee bien; es verdad que es ameno, incluso cuando el lector no sabe bien de quién o de qué habla porque no está familiarizado con los nombres o los sucesos; es verdad que, como el texto está estructurado en capítulos breves, es fácil parar si te satura ... pero no es, ni mucho menos, un libro de esos que estás deseando tener un rato libre para seguir leyendo, o al que le puedes dedicar un ratazo seguido.
Volviendo a lo que decía al principio, en mi opinión EL DANUBIO es mucho más una joya que un ladrillo, porque realmente es interesante y enriquecedor. A mi me ha gustado y estoy encantado de haberlo leído, pero entiendo que para algunos sea un tostón. No se puede pensar en la lectura de EL DANUBIO como quien lee un novelón: es un libro de viajes que hay que colocar más en la balda de los ensayos que en la de los relatos, y que –lo digo ahora que lo he terminado, pero yo no lo he hecho así- quizá conviene leer poco a poco, sin prisas, incluso sin necesidad de una continuidad estricta: me parece que es de esos libros –yo he encontrado pocos- razonablemente compatible con otros.
Acabo con un comentario de MAGRIS que me ha llamado la atención: Budapest. Tomo nota en mi lista de lugares pendientes. “Budapest es la más hermosa ciudad del Danubio; una sabia auto-puesta en escena, como en Viena, pero con una robusta sustancia y una vitalidad desconocidas en la rival austríaca. Budapest da la sensación física de capital, con un señorío y un autoridad de ciudad protagonista de la historia …”