En primer lugar vale al pena fijarse en el edificio, tan miesino (sigue la pauta marcada por MIES VAN DER ROHE) y tan interesante. Es obra de los arquitectos JAIME LÓPEZ DE ASIAÍN y ÁNGEL DÍAZ DOMÍNGUEZ, que en 1969 recibieron por este proyecto el Premio Nacional de Arquitectura (aunque no se inauguró hasta 1975). Inicialmente fue Museo de Arte Contemporáneo, y así lo recuerdo yo durante mis años universitarios: el Museo y la ETSAM son edificios vecinos. Los jardines que rodean el Museo están cuidados y son vistosos (hasta el punto que parece que se pueden celebrar eventos de particulares), y el recorrido de acceso desde la parte superior de la parcela está bien pensado, bajando hasta la plaza para después pasar por debajo del cuerpo edificado y entrar en la plaza-patio presidido por la torre, que desde esta perspectiva resulta muy vertical, muy estilizada: se clava en el cielo (lástima de la hora de mi visita, que fuerza unas fotografías hacia poniente poco afortunadas …).
La exposición permanente no presenta tanto tejidos como vestidos: es completamente lógico tratándose del MUSEO DEL TRAJE. Me ha gustado el recorrido a lo largo de la historia, por lo que muestra: como siempre, la ropa dice muchísimo de las personas que la llevaban, de sus ideas y de la sociedad donde vivían. Sin entrar en grandes profundidades, sorprende la sofisticación de algunas épocas, la buena ejecución de la ropa, y –una tontería- lo pequeña que era la gente. Me pareció detectar una evolución singular en el desarrollo de la indumentaria: del lujo a la seriedad para volver a la alegría; en el siglo XVIII y principios del XIX la ropa es rica y alegre, pero después, casi hasta los años veinte del siglo pasado, parece que el traje se hace más serio, mas … triste. No soy ningún experto, así que puede que este comentario no sea más que falta de conocimiento por mi parte o se explique sencillamente por las piezas que se exponen: quizá si nos enseñaran otras prendas la lectura sería distinta, no lo sé. El final del recorrido, con la sala dedicada a MARIANO FORTUNY (ahí sí que hay tejidos) y las otras de creadores del XX españoles e internacionales son muy ilustrativas. También vale la pena detenerse un momento en el espacio dedicado al traje regional y a la vestimenta profesional: curioso lo que se expone.
No puedo dejar de decir, de todas maneras, que con independencia de la calidad de la colección, para mi –éste es un comentario absolutamente personal y subjetivo- hay un punto de tristeza en todo el recorrido, de naturaleza muerta: la ropa no está hecha para ser expuesta en maniquíes impersonales dentro de vitrinas, sino para ser llevada por gente concreta …
Además de la colección, la propia exposición está lograda. La luz tenue que pretende conservar las piezas no dificulta una correcta visión, y la ambientación, conseguida con poquísimos elementos, es más que suficiente. La información en soporte multimedia es abundante y complementa bien lo expuesto, y la información impresa y llevable también está muy bien. Además, el doble recorrido que nos ofrece el Museo, uno histórico y otro didáctico, resulta ingenioso: en determinados puntos el visitante puede escapar de la línea histórica (a través de unas oscuras cajas azules de transición, muy abstractas) a la zona didáctica: pensada para los más jóvenes, uno puede tocar tejidos, entender el proceso de fabricación de la tela, verse vestido a la francesa o probarse un polisón.
En fin, que el MUSEO DEL TRAJE es otro museo madrileño que sin ser el no va más (tampoco éste es ni lo primero ni lo segundo ni lo tercero que hay que ver si uno viene a Madrid con el tiempo justo) es altamente recomendable.
Además, hasta los primeros días de septiembre se puede visitar la exposición temporal BASALDÚA*EL TRAJE DE NOVIA, una de las firmas de más calidad del panorama de la moda española actual (me hizo gracia, por cierto, descubrir los trajes de algunas bodas a las que he asistido).
Recuerdo mis dos visitas al Museo del Traje con cierta decepción, creo que en parte debida a que está realmente lejos de donde vivo y con muy mala combinación. Es decir, para mí es una excursión, que ni ir a Navacerrada, y quizá esperaba más a cambio del paseo.
ResponderEliminarLa colección permanente no sé, me pareció pobre, que le faltaba algo, aunque la información me gustó bastante, como la historia de que era costumbre en cierta época, hacer fotos a las amas de crías completamente engaladas, para que la gente dijera "Si la visten así a ella, cómo serán de ricos".
La segunda fue a una paupérrima exposición de casas de muñecas, con una (eso sí) magnífica presentación en la web, que con mucho mejoraba la exposición en sí.
Espectacular ese traje de novia! Sin duda, el Museo del Traje no estaría dentro de mis visitas prioritarias en Madrid, pero me ha gustado tu reseña, así al menos sé qué es lo me espera si algún día me decido a verlo.Aunque en Madrid siempre hay tantas exposiciones apetecibles que es difícil elegir...
ResponderEliminarel edificio en si me encanta, me parece preciosa con los jardines que tiene alrededor y la estructura del edificio, sin embargo, el museo me pareció un poco aburrido, coincido en que la ropa es para ponérsela, y aunque tiene su parte didáctica por ver cómo ha ido evolucionando la vestimenta, no es un tema que me apasione, la verdad. un abrazo
ResponderEliminarLOQUE, es verdad que no es un museazo, y a mi tampoco es que me entusiasme la ropa en si misma. Pero como imagen de las distintas épocas no está mal. Y en cuanto al sitio, me resulta tan familiar –años yendo allí- que no me plantea más problema.
ResponderEliminarELENA, si no eres especialista en el tema, o estás interesadísima por la moda/el vestido, el MUSEO DEL TRAJE no es un objetivo por el que matar: como dice LOQUE no está muy a mano, y como dices tú en Madrid siempre hay otras cosas que ver. Pero eso no quita para que sea bueno saber que existe y dónde está, porque nunca se sabe: un día que tengas algo que hacer en la ciudad universitaria te pueden sobrar una horita y …
CAROL, tienes razón: el edificio y su entorno está muy grato. Como digo en la entrada, sé que incluso se pueden celebrar eventos: el día que estuve por allí había gente de Primera Comunión, con mucho niño corriendo por todo el jardín. También creo que el restaurante es bueno, aunque sólo tengo el dato de oídas.
xG
Recuerdo haber leído auténticos disparates en contra del edificio, que a mí -a pesar de ser muy epocal- me parece interesante, tanto interior como exterior.
ResponderEliminarY cierto que la colección del museo produce bastante el efecto naturaleza muerta, como algunos otros, Hay varios de los que solo se puede visitar las exposiciones temporales, la colección permanente deprime.
.
ALFARAZ, yo no sólo encuentro el edificio interesante –ya lo has leído- sino que forma parte de mi paisaje vital, me resulta muy familiar …
ResponderEliminarxG
Perdón... con el debido respeto... Creo que hablar de "los años veinte del siglo pasado" no tiene ningún sentido. La aclaración "del siglo pasado" es innecesaria. Si hubiese alguna posibilidad de confusión , sería con unos hipotéticos años veinte de este siglo, años que aun no han existido. ¿No sería más sencillo hablar de "los años veinte"?
ResponderEliminarANÓNIMO, no pidas perdón: tienes razón, y yo caí en un lugar común que no -como todo lugar común- era innecesario. Pero lo que más me ha desconcertado es que eso -al fin y al cabo intrascendente- sea lo que más te haya llamado la atención del texto: ya se ve que tiene poco interés...
ResponderEliminarUn saludo,
xG