Desde hace mucho tiempo tenía enormes ganas de visitar este museo. Más de una vez lo había intentado, y por motivos diversos nunca lo había conseguido. Por eso, cuando hace un par de semanas me invitaron a comer a un pueblín muy próximo a Valladolid (agradabilísima comida, por cierto, que desde aquí agradezco a los anfitriones), vi que era la ocasión: el día de la comida salimos tempranito de Madrid, y llegamos con tiempo –no mucho, pero suficiente- para visitar el antiguo Museo Nacional de Escultura, hoy MUSEO NACIONAL COLEGIO DE SAN GREGORIO.
Una auténtica joya, un tesorazo. Es verdad que iba con muchas ganas, muy muy bien dispuesto, pero no es sólo mi buena predisposición: hay que reconocer que lo que uno se encuentra en Valladolid es magnífico. La colección es muy buena, la forma de exponerla es muy buena, la sede es muy buena, la reforma de la sede es muy buena. Todo me gustó.
La escultura en madera policromada (no todo lo que hay en el Museo es talla policromada, pero sí lo son la gran mayoría de las piezas) siempre me ha parecido que tiene una fuerza enorme, y permite acabar las obras con infinidad de matices que la piedra o el metal no siempre admiten. Las imágenes devocionales, además, buscan conmover al espectador. La mezcla entre la capacidad plástica de la madera policromada y la exaltación del sentimiento resulta muchas veces sobrecogedora. Cuando en un mismo lugar se reúnen piezas maestras, el resultado es impactante. Si, demás, las piezas se exponen de tal manera que se puede ver cada detalle, el resultado es deslumbrante (es verdad que hay que saber ver las piezas: como en el Museo las vemos en posiciones y desde ángulos que no son los previstos por el artista, en ocasiones podemos suponer deformidades o faltas de proporción donde realmente lo que hay es habilidad, escala adecuada al lugar, punto de vista correcto, etc.; pero esto ya lo sabemos, y el propio Museo nos avisa). Y si encima se ha encontrado el punto de equilibrio para enseñar todo lo importante sin atiborrar las salas y tampoco empachar al visitante, miel sobre hojuelas.
No sabría con qué quedarme; o mejor, me quedaría con todo lo que vi. La PIEDAD que uno encuentra en la primera sala; cada una de las piezas del RETABLO DE SAN BENITO EL REAL de ALONSO BERRUGUETE, o la SILLERÍA de ese mismo convento obra de ANDRÉS DE NÁJERA; el SANTO ENTIERRO de JUAN DE JUNI; el BAUTISMO DE CRISTO o EL PASO DE LA SEXTA ANGUSTIA, de GREGORIO FERNÁNDEZ; SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, de PEDRO DE MENA … Podría ir anotando una detrás de otra todas las piezas, porque en todas encontré algo, me paré delante de cada una.
El Museo tiene dos sedes muy próximas, y una tercera que deben estar rehabilitando. Casi todas las piezas están en un edificio de enorme interés histórico, el COLEGIO DE SAN GREGORIO: fundado por FRAY ALONSO DE BURGOS a finales del siglo XV (la fundación fue aprobada en 1487 por el Papa Inocencio VIII) estaba concebido como centro de formación teológica de los Dominicos. No se sabe con certeza quién es el autor del proyecto, aunque algunos apuntan a JUAN GUAS y a GIL DE SILOÉ. Como tantos de estos edificios, con la desamortización del XIX acabó siendo propiedad del estado, y desde ese momento tuvo varios usos: fue cuartel, cárcel, oficinas, y por fin en 1933 se traslada aquí el Museo Nacional de Escultura, que desde 1842 estaba en el Colegio de Santa Cruz. En 1884 había sido declarado Monumento Nacional.
El edificio ha sido rehabilitado recientemente por FUENSANTA NIETO Y ENRIQUE SOBEJANO, interesantísimo equipo de arquitectos que en esta obra consigue un efecto magistral: si te fijas en la rehabilitación no hay más que motivos de aplauso; y si no te fijas, las cosas están tan bien hechas que la arquitectura no distrae para nada de la escultura. Cada vez es más habitual que en los museos el continente quite protagonismo al contenido: aquí el continente acoge y acompaña al contenido, le da el marco necesario, un marco de altísima calidad que sabe arropar con discreción y eficacia a un contenido también de altísima calidad. Gran parte de las estancias tienen unos artesonados estupendos; unos son originales, y otros los han traído de otros edificios, pero eso es lo de menos: al entrar en muchas salas uno casi no sabe dónde mirar, si al techo o a las paredes (ganan las paredes, al menos en mi caso). Los materiales son acertadísimos: hormigón blanco, piedra caliza clara, un revoco muy neutro y madera, mucha madera. Por esta obra NIETO y SOBERANO obtuvieron en 2007, año de conclusión de las obras, el Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales. Quizá la única pega que le vi es la dificultad en seguir el recorrido de la visita: la estructura –respetada- del edificio original, y la sutileza de la señalética –elegante y por eso discreta- hacen que el visitante a veces no sepa hacia dónde tiene que avanzar, o puede que incluso se llegue a olvidar alguna sala; yo, sin ir más lejos, no me asomé a las de planta baja que se dedican a pasos procesionales: sólo al repasar el folleto, ya en Madrid, me di cuenta de mi despiste.
La otra sede es el PALACIO DE VILLENA, un edificio más discreto. Alberga un divertido Belén Napolitano, y exposiciones temporales, que no vimos, esa es la verdad. La tercera sede (la CASA DEL SOL y la IGLESIA DE SAN BENITO EL VIEJO) me pareció entender que aún no está disponible.
En fin, leyendo esta entrada cualquiera diría que la Oficina de Turismo de Valladolid me ha pagado por escribirla: no es así. Sencillamente volví entusiasmado, y escribí con ese mismo entusiasmo; al releer la entrada antes de publicarla, he preferido no moderar el entusiasmo. Para el que quiera saber más y ver más, aquí puede enlazar con la página del MUSEO NACIONAL COLEGIO DE SAN GREGORIO.
Ahora no me va a quedar más remedio que volver a Valladolid: para ver SAN GREGORIO otra vez, con tiempo por delante, y para ver el resto de la ciudad, que seguro que tiene más tesoros (el PATIO HERRERIANO está en mi punto de mira …).
Un interesante descubrimiento, que anoto. Confieso que sólo he estado en Valladolid de pasada, siempre con la impresión -falsa- de que no había mucho que ver. Sólo con las fotos que incluyes me doy cuenta de que merece una visita detenida.
ResponderEliminarMuy interesante, un motivo más para conocer de una vez Valladolid, con lo cerca que está... Un abrazo
ResponderEliminarELENA, sin duda el Museo vale la pena. En cuanto a las cosas que ver en Valladolid, conozco poco la ciudad, porque me pasa lo que a ti: siempre que he estado ha sido de paso; pero creo que sí debe tener algunas …
ResponderEliminarCAROL, el motivo desde luego existe; y desde Madrid lo tenemos bastante a mano.
xG
¡Me voy a Valladolid! No es broma.LLevaba tiempo pensando en que debía (quería)visitar el museo de oriente que hay ahí y del que me había hablado Maribel. Y ya puestos, merece la pena también ver este.
ResponderEliminarP.D: hace unos días estuve en Lisboa y volví a la Gulbenkian. Me acordé de los Guisantes y de tí.
No podría explicar con palabras el impacto que me produjo este museo cuando lo visité hará unos 10 años.
ResponderEliminarPero tú, por fin has puesto palabras a lo que yo sentí cuando conocí esta joya nacional, este El Prado de escultura.
Este museo, relativamente desconocido, que está a la altura de cualquier otro museo de escultura del mundo.
El impacto que me produjo fue solo comparable a la impresión de la portada que se puede ver en la fotografía, que vi por primera vez cuando todavía iba al instituto y que recordaba tan maravillosa, y que no me produjo ninguna decepción años más tarde.
Gracias, de verdad, por difundir un poco esta maravilla.
pd. El museo que menciona Lammermoor es también estupendo.
LAMMERMOOR, yo también me acordé del MUSEO ORIENTAL del que tan bien nos han hablado los GUISANTES; incluso cuando estábamos saliendo de Valladolid por el Paseo de Zorrilla, vi un cartel a la altura del Campo Grande que lo anunciaba. En esa ocasión no hubo posibilidad de visitarlo, pero es otro de los motivos para volver. Y la GULBENKIAN, ¡qué envidia! (Sé que cada vez que sale este tema digo lo mismo, me repito como el ajo, pero es la pura verdad: a ver si le pongo remedio).
ResponderEliminarLOQUE, pues a ese magnífico recuerdo tuyo hay que añadir la estupenda remodelación del edificio, que pone las obras ne valor: me han dicho que le cambio es notable.
xG