lunes, 7 de julio de 2008

EL PELIGRO DEL MAYORDOMO


Dicen que NADIE ES UN HEROE PARA SU MAYORDOMO. Y es que cuando uno tiene muy cerca a alguien –o algo- llega a acostumbrarse tanto que incluso lo que para otros es motivo de admiración y casi envidia le resulta normal y ordinario.

Esta idea me volvió hace poco a la cabeza –no es ninguna originalidad- cuando hablaba con un amigo sobre una obra de TOM MAYNE que estoy procesando, y sobre la que supongo que diré algo un día de estos. Se asombraba éste de que de vez en cuando coja un coche y dedique un rato del fin de semana a ver algún edificio (o cuadro, o fuente, o parque, o lo que sea) del que he oído hablar; razonaba siguiendo la línea del “ya pasarás por allí algún día”. Y yo pensé entonces en las ocasiones en las que –a veces incluso con él- he visitado otras ciudades y nos hemos vuelto locos para encontrar un edifico que una guía de arquitectura contemporánea decía que tenía interés (¡las vueltas que dimos para encontrar el edifico de WIEL ARETS para el Fondo de Pensiones AZL en HEERLEM!).

Creo que para algunos es un peligro tener las cosas muy a mano, porque por esa condición tan humana del “ya lo pensaré mañana”, como Escarlata vamos dejando las cosas para después, o para nunca. Y es entonces cuando encuentras personas aparentemente formadas, cultas, con estudios, que han vivido toda su vida en MADRID y no han ido nunca al PRADO ni al REINA, ni a tantos sitios.

No pretendo arremeter contra nadie: cada quien sus gustos y su vida; pero si uno tiene la suerte de tener a mano mucho que ver, es una pena no tener la inquietud de verlo. Podemos estar junto al HEROE (tantas cosas que aprender, que comentar, que disfrutar), y acabar siendo tan simples como su MAYORDOMO, que de tanto roce sólo se fija en la ropa sucia que debe llevar al lavadero. Que cada quien haga lo que le dé la gana, pero MADRID y su entrono es una joya a la que hay que sacarle partido. Y, no nos engañemos, yo nunca pasaré por CARABANCHEL o por VILLAVERDE con tiempo para pararme a mirar.

Supongo que lo mismo pasa en todas las ciudades del mundo. Podemos estar deseando conocer ... (lea cada uno el sitio con el que sueña), incluso podemos tener el viaje programado. Pero cualquiera me reconocerá que resulta un poco snob hablar con cierta pedantería de las maravillas que hemos visto allí, poniendo de vuelta y media a los turistas que van como locos sacando fotos y tachando en su lista los sitios que dice la guía (una clase completamente distinta a nosotros, ¡faltaría más!) y no conocer tu propia casa.

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