A finales de 2006, el MUSEO THYSSEN y la FUNDACIÓN CAJA MADRID organizaron una (o mejor, otra) exposición sensacional: SARGENT/SOROLLA. Muchos la recordaréis. Ahí fue donde yo descubrí de verdad la genialidad de SARGENT, del que sabía algo, pero no mucho.
Ahora, LA OBRA INVITADA del MUSEO DEL PRADO (ya hemos hablado en selecciónARTE de LA OBRA INVITADA con motivo de LA COMPAÑÍA DEL CAPITÁN REIJNIER REAEL Y EL TENIENTE CORNELIS MICHIELSZ BLAEUW, de FRANS HALS y PIETER CODDE) ha traído a MADRID desde el MUSEUM of FINE ARTS de BOSTON un cuadro que no estuvo en aquella exposición y que es una joya: LAS HIJAS DE EDWARD DARLEY BOIT (1882, óleo sobre lienzo, 222 x 222 cm).
Así se explica EL PRADO:
Durante la segunda mitad del siglo XIX Velázquez ejerció una fascinación profunda sobre los pintores que visitaron el Prado. Dada la escasez de pinturas del artista en otras colecciones, la visita al amplio conjunto de obras maestras que atesoraba el Museo suponía un descubrimiento asombroso. La influencia ejercida por el artista fue decisiva para numerosos pintores y clave en la fundación de la modernidad.
Entre sus obras ninguna impresionaba tanto como Las meninas, cuya maestría fue una permanente lección para cuantos artistas visitaron el Museo. Entre ellos, el pintor norteamericano John Singer Sargent (1856-1925) se hallaba en la mejor disposición para extraer el mayor partido de las enseñanzas velazqueñas. A ello le había estimulado su familiaridad con la pintura veneciana, su aprendizaje en París con un apasionado de Velázquez, el pintor Carolus-Duran, y su exhaustivo análisis de las pinturas del artista sevillano a través de copias realizadas en el Prado. Estas últimas se registran en varios asientos del Libro de copistas del Prado, uno de ellos, del 27 de octubre de 1879, relativo a Las meninas (en exposición).
Cuando afrontó en 1882 en París el retrato de Las hijas de Edward Darley Boit, que se expuso al año siguiente en el Salon, el pintor norteamericano tuvo muy presente el cuadro velazqueño. En el imaginario de los pintores que, como Sargent, visitaban España, la corte de los Austrias, vista a través de la interpretación de Velázquez, era el escenario de un refinamiento artístico que no dejaba de estar asociado a un sentimiento de melancolía por la caducidad de una grandeza irrepetible que iba a extinguirse. La carga psíquica del espacio, denso y atmosférico, del retrato de las niñas Boit, hijas de un rico abogado nacido en Boston, pintor él mismo, parece tributaria de aquella asociación melancólica. En ambas obras, como en Las hilanderas, otra obra velazqueña copiada por Sargent, el espacio del cuadro parece prolongar el del espectador, lo que debía atraer a un pintor formado en un esteticismo que aspiraba a reunir el arte con la vida. Precisamente el retrato permitía, como ningún otro género pictórico, condensar la efusión vital del modo más sugestivo.
El artista sugirió la personalidad, aún en formación, de las muchachas, a través de la ambigüedad del espacio en penumbra. La penetración de Sargent le llevó a mostrar la frágil presencia de las niñas (de izquierda a derecha, Mary Louisa, de 8 años, Florence, de 14, Jane, de 12, y Julia, de 4) en el seno de una composición compleja cuyo peso acentúan los jarrones. La delicadeza y contención de los gestos, el riguroso orden compositivo, la presencia del espejo al fondo, la relación entre las luces y penumbras, la calidad argentada del cromatismo, el uso de la pincelada larga que acaricia las superficies de telas y objetos y la sensación de una instantaneidad detenida, muestran la relación de este cuadro con la obra de Velázquez.
En mi opinión, es una lástima que un cuadro tan interesante esté tan mal colocado (en medio de la galería central) y tan fatal iluminado (la luz artificial parece acertada, pero la natural cenital no te deja ver el cuadro desde casi ninguna posición cercana razonable). Además, ese lugar tan de paso tampoco facilita nada el diálogo que los organizadores pretenden entre LAS HIJAS DE EDWARD DARLEY BOIT y LAS MENINAS: también están mal puestas y, aunque los dos cuadros están cercanos, hay permanentemente una barrera humana de tal calibre que no resulta fácil la comparación –a veces ni siquiera la relación visual- con la obra de SARGENT.
En cualquier caso, vale la pena acercarse a ver LAS HIJAS DE EDWARD DARLEY BOIT antes de que vuelva a BOSTON. Las fotografías dan una pista, pero hay que estar un rato parado delante de la obra de JOHN SINGER SARGENT para disfrutar del cuadro.
En esa misma visita también me acerqué a una de las salas dela ampliación del museo a ver LAS MENINAS de RICHARD HAMILTON, el iniciador del POP-ART: como curiosidad, bien. Sin más.