sábado, 30 de abril de 2011

CABECERA DE ABRIL 2011: EL INSTITUTO DEL MUNDO ÁRABE, de JEAN NOUVEL, en PARÍS

Durante el mes de abril de 2011 la cabecera de selecciónARTE ha sido una fotografía de la fachada sur del INSTITUTO DEL MUNDO ÁRABE, obra de JEAN NOUVEL situada en París. Ya habíamos hablado de este edificio en la entrada que dediqué a la arquitectura contemporánea de París: el IMA es, sin duda, uno de los edificios contemporáneos que vale la pena visitar en la capital francesa, y el que situó a NOUVEL en la lista de los grandes.




El INSTITUTO DEL MUNDO ÁRABE fue inaugurado en 1987 (en el ‘81 se convocó el concurso, y la construcción comenzó en el ‘84). Está compuesto por dos cuerpos separados por una profunda grieta y un patio cuadrado (interesante la planta, muy interesante): el cuerpo norte mira hacia el Sena y tiene forma de cuchillo, con la fachada curva. El sur, en cambio, es un paralelepípedo casi regular con la famosa fachada de celosías móviles que funcionan según la luz exterior mediante células fotoeléctricas (estropeada desde hace tiempo, o al menos sin movimiento, según mis datos). Delante de esta fachada se encuentra la también conocida plaza de acceso, y en uno de sus extremos, junto al Boulevard Saint-Germain, su singular punto de acceso en mármol blanco con esos recovecos que pueden traer a la memoria un laberinto o una medina árabe. En el interior del edificio son impresionantes los efectos de luz y las transparencias, que relacionan los espacios y difuminan sus límites.

Y también impresionante la situación del INSTITUTO DEL MUNDO ÁRABE frente al río y Isla de San Luis, y las vistas que hay desde la terraza superior.

lunes, 25 de abril de 2011

MUSEO NACIONAL DE ARTES DECORATIVAS, en MADRID

Después de mis visitas al MUSEO CERRALBO y al MUSEO DEL ROMANTICISMO, pensé que podía ser razonable volver al MUSEO DE ARTES DECORATIVAS, porque encuentro cierta relación entre los tres. Es un museo que ya conocía: hace cierto tiempo había visitado la colección permanente y hace menos tiempo estuve en alguna exposición temporal, pero, la verdad, no lo tenía muy fresco; sólo al recorrer de nuevo las salas he ido recordándolo.

Las plantas baja y primera están dedicadas a exposiciones temporales, que en esta ocasión tenían relativa -por no decir muy poca- enjundia: no merecen más comentario.

En la planta segunda se puede ver la reproducción de algunas estancias de una casa del siglo XVII: me han parecido interesantes, bien recreadas y bien explicadas. En la misma planta, salas con orfebrería y joyas, piezas y objetos de cerámica, tejidos (siempre me llaman la atención: al verlos pensé que en esta línea mía de … museos menores –que nadie se moleste, por favor- tengo que volver al MUSEO DEL TRAJE) y trabajo del cuero: las fundas del TESORO DEL DELFÍN que se puede ver en el Prado, y piezas de cordobán.


En las plantas tercera y cuarta, fundamentalmente mobiliario del XVIII y alguna cosa de principios del XIX. Ya no se recrean estancias, sino que se exponen piezas, a veces sueltas y a veces componiendo pequeños conjuntos, lo que hace que todo resulte menos contextualizado, aunque no deja de tener atractivo. Recordaba con bastante claridad el Belén Napolitano, con su exagerado fondo de columnas, y en cambio no tenía en la cabeza la divertida cocina valenciana completamente acabada con cerámica decorada. Hay también una sala bien conseguida dedicada a la REAL FÁBRICA DE VIDRIO DE LA GRANJA.

Igual que el CERRALBO y que el MUSEO DEL ROMANTICISMO, el MUSEO NACIONAL DE ARTES DECORATIVAS me ha parecido sugerente: no es ni mucho menos un museazo (antes lo calificaba de museo menor, y creo que la calificación es justísima), pero permite ver y situar piezas de uso cotidiano que manifiestan el afán de cualquiera, en cualquier época, por vivir rodeado de buen gusto, de objetos bien diseñados y trabajados hasta el detalle más pequeño. El arte en casa no es (siempre) capricho, ni es (siempre) vanidad, ni es (siempre) opulencia y forma de demostrar un estatus social. No es (solamente) canal para la catequesis de la Iglesia ni para la propaganda del Estado. Muchas veces (no siempre) es sensibilidad, para muchos (me atrevería a decir todos) es tremendamente enriquecedor, y (para algunos) una auténtica necesidad.

Eché de menos, eso sí, una buena sección de piezas del siglo XX, periodo en el que se pueden encontrar diseños sensacionales, auténticas obras maestras: pienso que es una laguna muy seria del Museo. Sin ir más lejos, en la portada del folleto lo que aparece no es una fotografía de un mueble neoclásico, sino la SILLA ROJA Y AZUL de GERRIT RIETVELD, neoplasticista, diseñada en 1918; y subiendo las escaleras lo que uno ve –es verdad que entre otras cosas- es la SILLA BARCELONA de MIES VAN DER ROHE, de 1929. Pregunté en información y me dijeron que efectivamente tenían esas piezas, pero que no estaban expuestas porque las exposiciones temporales habían ocupado sus salas: una situación que da auténtica pena, y que espero sea pasajera. La misma persona me anunció –con poca precisión, todo sea dicho- que en mayo comenzaría una exposición que podría incluir esas piezas (o piezas de ésas: supongo que quería decir modernas/contemporáneas). Estaré atento.

jueves, 14 de abril de 2011

EL DANUBIO, de CLAUDIO MAGRIS


Desde hace mucho –años- tenía EL DANUBIO en la cabeza. Cuando Anagrama lo publicó en 1988, ya oí hablar de este título, aunque no siempre en el mismo sentido: para unos era una joya, para otros un ladrillo. En su momento lo ojeé y no me tentó demasiado. Pero hace unas semanas me lo volvieron a recomendar, y decidí lanzarme. Ahora que lo he terminado entiendo perfectamente ese abanico tan dispar de opiniones, desde la joya incontestable al bloque más infumable. Un libro singular, EL DANUBIO. Un texto largo, como el río, que a veces fluye rápido y vistoso, brillante, vigoroso … y otras lento, pausado, monótono o denso.

En EL DANUBIO, el germanista italiano CLAUDIO MAGRIS nos cuenta un viaje a lo largo de todo el río, más de dos mil ochocientos kilómetros desde sus fuentes en la localidad alemana de Donaueschingen (¿o es Furtwangen?), en la Selva Negra, hasta su desembocadura en la ciudad rumana de Sulina, en el Mar Negro. Allí por donde pasa el río MAGRIS va desgranado con más o menos detalle –no siempre profundiza igual- la historia, los sucesos y las personas relacionados con el lugar. Y, a la vez, va reflejando el carácter y el genio centroeuropeo, unas veces prusiano, otras resultado del imperio austriaco, otras de lo eslavo, magiar y balcánico.

La gran baza de EL DANUBIO es, en mi opinión, la riqueza y variedad de lo que nos cuenta: hay algunas consideraciones acertadísimas sobre el viaje y el hecho de viajar, y trae a la cabeza sitios espectaculares, destinos a los que ir o destinos que uno conoce (yo he disfrutado, por ejemplo, recordando mi visita al monasterio de MELK; o al Café HAWELKA y al KARL-MARX-HOF: la parte de VIENA puede ser una magnífica guía alternativa para recorrer la ciudad). Hace muchas reflexiones sobre la vida misma que son muy sugerentes; descripciones de lugares muy atractivas; relatos de historias, leyendas y sucesos muy amenos; presentación de personajes (del mundo de las letras, de la política, de la ciencia) realmente variados e interesantes. Es, sin duda, muy ilustrativo de la cultura y la vida del centro y este de Europa; una Europa viva con una historia rica que, por cierto, ya ha cambiado desde que MAGRIS publicó su DANUBIO en 1986.

El problema es que no siempre mantiene ese nivel de acierto, sugerencia, atractivo, amenidad e interés. Seguramente se trata de un problema personal, pero el texto es tan culto -aunque nada pedante, todo sea dicho- que en ocasiones cita, comenta y pormenoriza excesivamente cuestiones y personalidades muy muy centro-y-este-europeas, desconocidas para el lector (insito, al menos para mi): he de reconocer que he recorrido muy cómodo Alemania, Austria y Eslovaquia, pero me ha costado viajar de la mano de MAGRIS por la cultura y la política yugoslava, rumana y búlgara; o dicho de otra forma, he perdido una ocasión de adentrarme en esos terrenos, desconocidos para mi. Como el libro es largo, no consigue atraparte del todo: es verdad que se lee bien; es verdad que es ameno, incluso cuando el lector no sabe bien de quién o de qué habla porque no está familiarizado con los nombres o los sucesos; es verdad que, como el texto está estructurado en capítulos breves, es fácil parar si te satura ... pero no es, ni mucho menos, un libro de esos que estás deseando tener un rato libre para seguir leyendo, o al que le puedes dedicar un ratazo seguido.

Volviendo a lo que decía al principio, en mi opinión EL DANUBIO es mucho más una joya que un ladrillo, porque realmente es interesante y enriquecedor. A mi me ha gustado y estoy encantado de haberlo leído, pero entiendo que para algunos sea un tostón. No se puede pensar en la lectura de EL DANUBIO como quien lee un novelón: es un libro de viajes que hay que colocar más en la balda de los ensayos que en la de los relatos, y que –lo digo ahora que lo he terminado, pero yo no lo he hecho así- quizá conviene leer poco a poco, sin prisas, incluso sin necesidad de una continuidad estricta: me parece que es de esos libros –yo he encontrado pocos- razonablemente compatible con otros.

Acabo con un comentario de MAGRIS que me ha llamado la atención: Budapest. Tomo nota en mi lista de lugares pendientes. “Budapest es la más hermosa ciudad del Danubio; una sabia auto-puesta en escena, como en Viena, pero con una robusta sustancia y una vitalidad desconocidas en la rival austríaca. Budapest da la sensación física de capital, con un señorío y un autoridad de ciudad protagonista de la historia …”

viernes, 8 de abril de 2011

CHARDIN 1699-1779, en el MUSEO DEL PRADO de MADRID

Magnífica exposición. Y magnífica contra todo pronóstico: he de reconocer que no esperaba mucho. Por un lado porque no conocía a JEAN SIMÉON CHARDIN, lo cual sólo habla de mis grandes lagunas artísticas; y por otro, porque hace un par de semanas me invitaron a la típica visita “privada” al Museo –gentileza de una empresa para mi desconocida: yo iba de acompañante- y al final del recorrido –pero antes del correspondiente vino español- nos enseñaron dos salas de CHARDIN, y no me dijo mucho. En cualquier caso, hice el propósito de volver, por aquello de no perder oportunidades. Estuve de nuevo el pasado fin de semana, y me fascinó. Un descubrimiento.




CHARDIN 1699-1779 es una exposición que va cogiendo fuerza a medida que uno recorre las salas, a medida que uno va viendo la evolución técnica y temática del pintor. Va cautivando al visitante de una forma tranquila pero inevitable. Cuando uno ve la primera liebre, o La Raya, piensa que aquello … bueno, bien sin más, un poco torpe incluso. Pero luego llegan otras liebres, y más caza, y bodegones de objetos habituales resueltos con enorme delicadeza, y después la figura humana, ensimismada y amable –la sala de los tres niños y la Dama tomando el té es para estar horas- y más adelante de nuevo bodegones, más liebres, flores que ya son una joya, cestos de fruta. Y uno acaba de ver los cincuenta y tantos cuadros que hay convencido de haber hecho un descubrimiento gigante, sale de allí entusiasmado y conmovido después de haber recorrido la obra de un maestro sereno, poético, íntimo, sutil, sin estridencias y con mucha sensibilidad.

Al menos es como salí yo.

Enlazo aquí la información que facilita la página del MUSEO DEL PRADO sobre CHARDIN 1699-1779: es –como siempre- completísima, y vale la pena dedicarle un rato.

lunes, 4 de abril de 2011

LA REMODELACIÓN DEL PALACIO DE COMUNICACIONES de MADRID

Comienzo por donde seguramente debería terminar: diciendo que esta entrada es la segunda versión que escribo sobre la REMODELACIÓN DEL PALACIO DE COMUNICACIONES de MADRID. He reordenado varios párrafos de la versión original, y sobre todo he sustituido algunas opiniones por la descripción del edificio; opiniones que sigo manteniendo, pero que prefiero reservarme porque podían ser precipitadas e injustas. El resultado de la entrada es más soso, y también más prudente. Eso sí, conservo el primer texto. Nunca se sabe: quizá dentro de unos meses esas opiniones no sean ya precipitadas, resulten rigurosamente ciertas, mis críticas ajustadas … y entonces me anime a publicarlas en selecciónARTE.


El PALACIO DE COMUNICACIONES es uno de los edificios más icónicos de la arquitectura madrileña. Proyectado y construido por ANTONIO PALACIOS RAMILO y JOAQUÍN OTAMENDI entre 1904 y 1917, responde a ese estilo tan singular de PALACIOS, fácilmente relacionable con los historicismos vigentes en el arranque del siglo XX en el mundo cultural español, pero con un interpretación nada académica, muy propia y muy plástica.


Hace un par de domingos –creo que coincidió con la inauguración, o al menos la apertura al público- me encontré sin buscarlo con el PALACIO DE CORREOS (a partir de ahora parece que PALACIO DE CIBELES) visitable: pasaba por la plaza, vi que se podía pasar y, como iba con algo de tiempo, entré; después he vuelto, a revisitarlo y a hacer fotografías. Como es sabido, gran parte del edificio se utilizará (o ya se utiliza: pregunté y no supieron darme razón de este asunto) como sede del Ayuntamiento, pero la verdad es que uno no ve por ningún sitio las dependencias municipales: supongo que estarán en el cuerpo que se abre a la calle de Alcalá, el que da al patio interior, y el que forma la esquina del Paseo del Prado con la calle de Montalbán.


Lo que los ciudadanos de a pie podemos visitar es el enorme cuerpo central, que se abre a la Plaza de Cibeles, con su planta en forma de cruz y hasta 5 niveles de altura rematados con el cimborrio central que domina el edificio visto desde la Plaza. El espacio es espectacular –estupendo el edifico de PALACIOS y OTAMENDI- aunque el conjunto no resulta especialmente complejo: pasillos perimetrales y, en el nivel intermedio, pasarelas que los unen entre si en la zona central. La rehabilitación, acertada; y muy respetuosa con el edificio original, según dicen los autores del proyecto, el equipo ARQUIMÁTICA. En mi opinión quizá demasiado pastelosa, pero supongo/espero que el tiempo mejore esa sensación de tarta de nata que ahora tiene todo. La primera impresión es, en cualquier caso, muy vistosa. Por no dejarlo para el final, recomiendo sin duda la visita.



Reconozco que no subí hasta el mirador del torreón en el nivel 8: me hubiera encantado porque seguro que la vista es magnífica (yo soy de los que pienso que cualquier vista alta, o aérea, vale la pena sin ninguna duda: siempre que se puede subir hay que subir), pero la cola era desanimante y no tenía –en ninguna de las dos ocasiones- ni ganas ni tiempo para hacerla. Eso sí, no renuncio a llegar arriba en otra ocasión. Subí por el ascensor hasta el nivel 6 (donde se realiza el cambio de ascensor para continuar subiendo al mirador) y a partir de ahí comencé a bajar por las escaleras. No hace falta decir que los ascensores están disponibles en todos los niveles pero, siempre que es posible, para conocer un edificio prefiero recorrerlo, bajarlo a pie.


El nivel 5 corresponde a la galería superior que remata las fachadas interiores, con claras referencias a las loggias renacentistas que tanto copiamos los españoles durante nuestro periodo de NEOS al que ya nos hemos referido en selecciónARTE. Quizá la solución del cierre con vidrio hacia el deambulatorio interior resulte torpe, con esas cajas de carpintería tan poco sutiles. Estamos a la altura del arranque de la nueva cubierta del patio, que vemos desde las ventanas.



A partir de aquí se puede bajar por la escalera de uno de los torreones laterales (desde el interior, el izquierdo: el derecho sospecho que debe ser para uso del Alcalde) con sus paredes alicatadas con vistosas piezas cerámicas. En el nivel 4 encontramos esas pasarelas de las que hablábamos antes, con el piso de pavés decorado (y ojo, tremendamente resbaladizo: no creo que cumpla la normativa de ninguna manera, pero ya se sabe, en casa del herrero cuchillo de palo …). Vale la pena fijarse en las bóvedas que cubren las circulaciones centrales: son de esas pastelosas de las que hablaba más arriba, pero también vistosas, sin duda. Las zonas de exposición, muy vacías por ahora.



En el nivel 3, una anécdota: un error en la circulación de la planta. El recorrido no es cerrado (falta el paso sobre la puerta principal), y la escalera del torreón derecho ya hemos dicho que no es accesible, con lo cual, si el visitante llega a esta planta por el torreón izquierdo, recorre completa la planta y quiere seguir bajando a pie, al llegar al final no le queda otra que desandar todo lo andado. Siempre puede utilizar el ascensor que encuentra al final de su camino, claro. Opción que sería muy razonable … si el ascensor parara: como baja abarrotado de los que se han asomado al cimborrio, ve como van pasando cabina tras cabina –el vidrio permite ver a todos apretaditos- y a él le va cambiando la cara hasta que decide reconocer que no hay nada que hacer (abandonad toda esperanza), dejar de esperar y desandar lo andado. Un problema menor y seguramente puntual, en cualquier caso, que sucederá sólo en momentos de mucho visitante.




El nivel 2 es el de atención al público -antes y ahora- e interpretación del edificio y su rehabilitación (resuelta con unos paneles explicativos que están bien conseguidos). Han mantenido los mostradores, y organizado algunas zonas singulares: unas de almacenaje en vidrio opal, muy neutras, hacia el fondo, y otras de lectura, descanso e información hacia la fachada, muy coloristas; tanto unas como otras me parece que resultan acertadas. En el nivel 1 (al que se baja desde la cota de entrada), más zona de exposiciones. Y en el nivel –1, el auditorio.



Vale la pena fijarse en las vidrieras que cubren cada uno de los tres brazos, muy de su momento. En la estructura metálica roblonada, vista, audaz –entonces- y sincera. Y en los elementos auxiliares: lámparas, barandillas, mostradores, etc. Sin ser el no va más, tienen su interés. Quienes conozcan el edificio de la CAJA POSTAL de VIENA, de OTTO WAGNER, seguramente recordarán algunos detalles de ese edificio que después PALACIOS reinterpretó en su PALACIO DE COMUNICACIONES: también hemos hablado en este blog de la relación de PALACIOS con la SECESSION vienesa. Si alguien está interesado, aquí puede seguir viendo fotografías del edificio ...


Y por fin, el uso de todo esto: cultural, naturalmente ... Según leo en prensa (y copio tal cual lo escribe el periodista), “De los 60.000 metros cuadrados del Palacio de Cibeles, 20.000 son dependencias administrativas. Los otros 40.000 zona de exposiciones, área de información turística y cultural de Madrid.”. Por ahora no hay más cometarios.