lunes, 28 de febrero de 2011

CABECERA DE FEBRERO 2011: LOS JARDINES DE KLIMT

Durante el mes de febrero de 2011 la cabecera de selecciónARTE ha sido un detalle de AVENIDA EN EL PARQUE SCHLOSS KRAMER (WEG IM PARK VON SCHLOß KRAMER: no se alemán, pero sospecho que podría ser más ajustado CAMINO EN EL PARQUE DEL PALACIO -o castillo- KRAMER), de GUSTAV KLIMT. Óleo sobre lienzo pintado en 1912, mide 110 x 110 cm. y se encuentra en el BELVEDERE de Viena.

La culpa de esta cabecera (que no era la inicialmente prevista para febrero) la tuvo el THYSSEN y sus JARDINES IMPRESIONISTAS. AVENIDA EN EL PARQUE SCHLOSS KRAMER no estuvo en Madrid, pero los tres cuadros de KLIMT que se exponían me llamaron la atención y me trajeron Viena a la cabeza: quizá no fueran los mejores (ni de la muestra del THYSSEN ni de la producción del pintor) pero me hicieron repasar la Secession vienesa, y KLIMT se coló –de nuevo- en selecciónARTE.

miércoles, 23 de febrero de 2011

EL MUSEO CERRALBO de MADRID

Las casas-museo, o los palacios-museo, me atraen: me parece que siempre tiene interés y que enseñan mucho. Si la personalidad de quien las habitó era notable, su casa nos dice mucho de su época, de su forma de vida y de sus intereses. Ejemplos de casas-museo apasionantes (cada una con sus características específicas, no siempre comparables) hay muchos. Muchas –muchísimas- aún las tengo pendientes, y algunas las he podido visitar: de Londres recuerdo la WALLACE COLLECTION y el SOANE MUSEUM; en París, el espectacular JACQUEMART ANDRÉ; en Amberes la casa de RUBENS; en Roma, como no, VILLA FARNESINA. En Madrid tenemos, que ahora me vengan a la cabeza, el LÁZARO GALDIANO o la casa de SOROLLA.

Y desde hace unas semanas otra vez el MUSEO CERRALBO.

El MUSEO CERRALBO llevaba años cerrado, y no lo había visto nunca. Me apetecía mucho, muchísimo, visitarlo; así que cuando me enteré de que el pasado 13 de diciembre lo habían reabierto me propuse ir sin más retrasos. Hace un par de domingos, sólo –ninguno de mis habituales acompañantes a museos mostró especial interés- me fui para allá lleno de ganas. Por desgracia, no puedo decir que me entusiasmara, ni muchísimo menos. Y mira que iba bien dispuesto, pero nada. No me resulta fácil decir esto, porque realmente me encantaría poder decir lo contrario (que aquello me fascinó) pero entré lleno de ilusión y salí con una enorme impresión de … me sale mediocridad, pero no es eso: es impresión de que todo en el CERRALBO se queda a medias. A medio camino entre lo habitual y lo sorprendente, lo habitual y lo interesante, lo habitual y la obra de arte, lo habitual y la gran colección, lo habitual y la opulencia. Se me puede decir, con razón, que aquello no es habitual: por supuesto que no, precisamente por eso es una casa-museo visitable. Es, sin duda, singular: tiene interés y está magníficamente restaurado. Pero no es una gran casa-museo. A todo hay que ponerle diminutivo, todo es –ito o –ita (museito, palacito, coleccioncita).

Como edificio, el MUSEO CERRALBO tiene poco qué: es muy caótico y sin espacios de especial impacto. Sin ser el no-va-más, lo único que llama la atención desde el punto de vista arquitectónico es el vestíbulo de acceso, con su doble circulación a ambos lados del eje de entrada y su escalera principal (la Escalera de Honor, le llaman) a la espalda del recién llegado. En el Entresuelo, donde se sitúan las estancias privadas del Marqués y su familia, no hay mucho que reseñar: habitaciones de época, recargadas y con un criterio decorativo un punto dudoso. Subiendo al Principal, donde se encuentran las estancias representativas, una mezcolanza de objetos de cierto interés: armas de cierto interés, cuadros y esculturas y dibujos y porcelanas de cierto interés, todo en locales y habitaciones de cierto interés … pero nada de auténtico interés. Y otra vez todo con una disposición rara, caótica, con circulaciones extrañas y relaciones entre locales extrañas. Buen ejemplo es la Sala de Baile, sin duda rica en decoración, bonita, vistosa, pero que no es más que una de la cuatro crujías del patio interior, zona de paso abierta en sus dos extremos y discreta de tamaño. Nos dejan a ciegas sobre la parte de servicio (cocinas, caballerizas, etc.), que seguro que también tendría su aquel y complementarían bien el recorrido por la zona noble (imagino que quizá haya desaparecido: será el área administrativa, de almacenes, despachos y todos esos locales que necesita una institución cultural). El jardín está rigurosamente cerrado y no se puede salir.

¿Qué salvo del CERRALBO? Salvar, salvar, lo salvo todo: no es un gran museo, pero es un museo que vale la pena visitar. Quizá lo que más me ha interesado –ya lo decía al comenzar, hablando en general de las casas-museo- es ver (saber más o menos ya lo sabemos, pero otra cosa es verlo, pasearlo, recorrerlo) cómo vivía la clase alta de finales del XIX y arranque del XX: cuáles eran sus gustos, sus aficiones, sus ideales, sus comodidades … y todo eso sí se ve en el MUSEO CERRALBO. Yo no soy especialista, y quizá la colección del CERRALBO sea de primera magnitud. Sospecho, en cualquier caso, que no. Así que no hay que ir allí buscando grandes cuadros. Ni fabulosas esculturas. Ni un edificio de primer orden. Hay que ir para ver un conjunto de interés: las piezas sueltas no lo tienen –o no mucho- pero estar en la casa real (de verdad, una casa vivida) de un caballero real (con nombre y apellidos, con fotos de familia sobre las mesas), da muchas pistas.

Lo que sigue es más un desahogo que otra cosa: no aporta nada, y no hace falta leerlo, pero no quiero acabar sin hacer un comentario sobre la forma de acceso al museo: me pareció "de premio" (surrealista, lo califique la semana pasada en algún comentario). Escribí las líneas que siguen el mismo día de la visita, en caliente, y las he dejado enfriar: finalmente he eliminado algunas cosas, pocas … Comenzaba esta entrada contando que fui al MUSEO CERRALBO un domingo por la mañana (y a partir de aquí el texto escrito hace un par de semanas). Era una hora razonable, no muy tarde: pude salir de casa hacia las diez y media, quizá algo después. La realidad es que diez minutos antes de las once estaba pasando por delante de la puerta y, efectivamente, estaba abierto: algunas personas estaban pasando. Aparqué (en Juan Álvarez Mendizábal, nada más girar la esquina de Ventura Rodríguez), hice una llamada y me encaminé a la puerta. Vi enseguida cierta cola, que me sorprendió porque muy pocos minutos antes no había nada; llegué a la puerta, pregunté (sí, era la cola para pasar) y me puse al final, suponiendo que sería una cola momentánea. Pero de eso nada: hasta tres cuartos de hora estuve esperando: el aforo está limitado a 60 personas, y hasta que no salen los que están dentro no pasan los siguientes. Demencial. Absolutamente demencial. Mientras haces cola no te lo puedes creer. Notas que la gente primero se sorprende y luego se enfada. Alguno incluso se encara con el tipo de seguridad que controla el acceso. Te imaginas salas vacías mientras tú, y muchos contigo, esperáis en la acera con un frío de bigotes … 45 minutos! Es un sistema pensado, como mucho, con los pies, por no citar otras partes de la anatomía. Y lo más gordo es que cuando yo salía, ya casi a la una, en la puerta aún hacían cola, esperando su turno para pasar, personas que yo había visto antes de entrar: podían llevar ahí aproximadamente hora y media! ¿No hay nadie capaz de pensar algo?: hacer grupos guiados para evitar la dispersión de los visitantes, prever recorridos y hacer pases de grupo más frecuentes, por ejemplo; o en esta época nuestra de Internet, donde muchos miramos antes de acercarnos a un museo, intentar organizar un sistema de pases con horario. Algo, lo que sea. Pero aquello, tal y como está, tiene poco sentido.

Hasta aquí lo que escribí entonces. Ahora, con un poco más de sosiego, reconozco que puede ser exagerado. Es verdad que en cualquier información sobre el museo avisan que el aforo limitado; es verdad que por la extraña estructura del CERRALBO es complicado verlo si hay mucha gente (como no hay un sentido claro de la marcha de la visita, se producen cruces constantes); y es verdad que una visita con poco público –a veces está solo en las estancias- es muy grata. Pero me sigo preguntando si algún responsable del museo no podría pensar un sistema más razonable: seguro que si se ponen …

martes, 15 de febrero de 2011

EL ESPLENDOR DEL ROMÁNICO, en la FUNDACIÓN MAPFRE/RECOLETOS de MADRID

Dejando a un lado su habitual línea de trabajo centrada en el arte de finales del XIX y principios del XX, la FUNDACIÓN MAPFRE trae a Madrid auténticos tesoros (creo que no exagero mucho) del MUSEO NACIONAL DE ARTE DE CATALUÑA.

Tuve la oportunidad de ver EL ESPLENDOR DEL ROMÁNICO el mismo día de su inauguración (no tiene ningún mérito especial, ni tampoco especial intención: comí muy cerca y, despedidos los comensales, me acerqué al Paseo de Recoletos). Con una afluencia de visitantes razonable, pude ver la exposición con tranquilidad y detalle. Me gustó mucho. Y me gustó todo lo que vi.

Siempre me ha interesado el arte románico, y la vedad es que disfruté en este recorrido de buenos ejemplos del arte medieval, fundamentalmente catalán. Primero los frescos; luego el trabajo en piedra (la DOVELA DE RIPOLL me pareció sensacional); después la pintura sobre tabla en frontales de altar y baldaquinos, todos espectaculares; enseguida las tallas de Cristos crucificados o en majestad (la MAJESTAD BATLLÓ es impactante); y finalmente la orfebrería, cuidadísima y rica. Auténticos tesoros, ya lo decía al comenzar.

Cuando uno termina el recorrido se reafirma en la riqueza de lo medieval, en la fuerza de una religión que inspira un arte simbólico, bello, y a la vez tremendamente pedagógico. Y es que uno acaba de ver un arte que pretende enseñar, enriquecer y engalanar la arquitectura del espacio sacro -el templo- y las propias funciones litúrgicas. Un arte anticlásico y antinaturalista, que no persigue el detalle ni se pierde en lo superfluo. Un arte vigoroso, esquemático, expresivo, que busca transmitir un mensaje muy concreto. Un arte que persigue la claridad expositiva, que le tema salte a la vista y que el hombre no se pierda en lo superfluo ni se despiste. Un arte con sus propias reglas, que hay que conocer para no disparatar al comentarlo: ¡todavía alguno se atreverá a decir que el medioevo fue una época oscura!


Además, la instalación está lograda: normalmente no estoy cómodo en las salas de esta sede, me parecen –las salas y la sede en conjunto- poco acertadas. Pero en esta ocasión el montaje está conseguido, con sus paredes en negro y la iluminación con la intensidad necesaria y bien dirigida. La sala circular donde se ha colocado la MAJESTAD BATLLÓ es para estar allí un buen rato.

En fin, que EL ESPLENDOR DEL ROMÁNICO me ha parecido una exposición muy buena, de esas que no hay que perderse: está abierta hasta le 15 de mayo. Además deja dentro enormes ganas de visitar también el MUSEO NACIONAL DE ARTE DE CATALUÑA: no lo conozco, y tendré que buscar la ocasión ...

miércoles, 9 de febrero de 2011

LAS OVEJAS DE GLENNKILL, de LEONIE SWANN

Hace algún tiempo leí en el blog de LILLU una entrada sobre LAS OVEJAS DE GLENNKILL. Le había hecho mucha gracia y, aunque ella misma sugería en un comentario la posibilidad de que no fuera para tanto, me pareció que podía valer la pena arriesgar y leer algo realmente divertido. Por desgracia, no me lo ha parecido: lo más que ha conseguido es arrancarme alguna sonrisa.

LEONIE SWANN nos cuenta como un rebaño de ovejas investiga la misteriosa muerte de su pastor. El planteamiento es original, sugerente, pero el desarrollo de la acción es lento y repetitivo, y la estructura de la novela es confusa en algunos momentos. Es verdad que la forma de actuar de las ovejas resulta ingeniosa, realmente muy ovina: su falta de fijeza, su mundo pequeñito, su desconocimiento de los humamos, la importancia del olfato, su constante preocupación por la comida … Pero poco más: la historia avanza con lentitud, deslabazada, y el final es muy regular.

LAS OVEJAS DE GLENNKILL me ha traído a la cabeza en varias ocasiones al genial humorista GARY LARSON, que tiene la grandísima habilidad de hacer inteligentes a los animales y simplones a los humanos. Con la diferencia de que LARSON consigue en una viñeta lo que SWANN estira en 376 páginas. Valga ésta como ejemplo: no es lo mejor de LARSON y son vacas en lugar de ovejas, pero tiene bastante que ver con la idea de fondo de LAS OVEJAS DE GLENNKILL.

jueves, 3 de febrero de 2011

EL PATIO DE LA NUEVA SEDE DEL AYUNTAMIENTO DE MADRID


Ya comenté hace meses que estaba abierto la público el patio trasero de la nueva sede del Ayuntamiento de Madrid, el hasta ahora PALACIO DE COMUNICACIONES de la Plaza de Cibeles, el estupendo Edificio de Correos de ANTONIO PALACIOS Y JOAQUÍN OTAMENDI de toda la vida (alguno recordaréis que ya hemos hablado de ANTONIO PALACIOS en selecciónARTE). Recientemente he vuelto a pasar por allí, cámara en mano, y se me ocurre un breve comentario, con dos precisiones previas: por un lado, siempre me ha parecido que la Plaza de la Villa es una de las más logradas de Madrid, y la antigua sede del Ayuntamiento de GÓMEZ DE MORA con sus añadidos de JUAN DE VILLANUEVA, sin ser el no-va-mas, es un edificio que está bastante bien. Por otro, sé que la cubierta de la que hoy hablo forma parte de una intervención global en el edificio, y seguramente para entenderla del todo habría que estudiar el edificio acabado y funcionando como sede del Ayuntamiento. Dicho esto, añado que la intervención me ha dejado bastante frío.

La CUBIERTA es indudablemente un obrón, y el aspecto del patio no es malo; un tanto desangelado, quizá, pero vistoso: esto no lo niega nadie (PALACIOS y OTAMENDI tienen una buena parte de merito en esto de lo vistoso, claro). Nadie negará tampoco, me imagino, el interés que tienen los reflejos de la cubierta -y del cielo- en las ventanas interiores, o de las transparencias que permiten ver la torre/cimborrio principal del edificio contra el cielo azul de Madrid.



Pero opino que una cubierta así para un patio irregular sólo queda regular, tan deforme: un espacio raro –en el fondo, residual- con una cubierta rara. Si cubrir el patio fuese una necesidad, si la cubierta tuviera un motivo de entidad que la justificara, todavía se podría entender la operación: que el patio pasara a ser la zona de acceso principal del edificio, o su vestíbulo principal, o un vestíbulo secundario de distribución y atención al público, o a determinado público, o … algo, lo que sea: vale. Pero tanta cubierta para un patio que no parece que tenga ningún uso singular es difícilmente explicable. El Ayuntamiento y el arquitecto (FRANCISCO RODRÍGUEZ PARTEARROYO) dicen que este espacio es la primera plaza cubierta de Madrid, y pretenden usarlo para recepciones y conciertos. Quizá demasiado para tan poco. Y –aunque se trata de un asunto difícil de valorar, que podría dar lugar a cientos de comentarios (¿qué es copiar? ¿se puede copiar?) y que a mi no me parece gravísimo- si encima se trata de una cubierta que ya conocemos, un refrito de la NORMAN FOSTER en el BRITISH MUSEUM (el mismo PARTEARROYO admite la inspiración), ya no te quiero ni contar. Reconoceréis que las similitudes son más que evidentes:

Admito que mi comentario es precipitado, que habrá que ver cómo se usa el espacio del patio cubierto cuando el Ayuntamiento esté funcionando al 100%. Pero por ahora me ha parecido un proyecto correcto … pero vulgar, por excesivo y por ya sabido.